Los augurios meteorológicos dicen que el terral viene a Málaga este fin de semana. Cuando un articulista no tiene asunto del que ocuparse recurre al tiempo. Una vez un joven aspirante a novelista, seco de inspiración, se dirigió a Cela para que le sugiriera un argumento. El Nobel le dijo: un hombre y una mujer se aman. Le dio el argumento universal y se quedó tan pancho. Yo le he preguntado al ordenador por un asunto que llevarme a la columna, no tengo un Nobel a mano, y me ha salido el terral, que no es meteorología, ni es hablar del tiempo. Es mucho más. Es un aire que te cuece el escroto y te encrespa el ánimo, te predispone a la ira y te hace menos tolerante. Sudas a destiempo. Es lo que nos faltaba, en estas vísperas guerracivilistas. Menos mal que en Cataluña no hay terral. Hay tramontana, entre otros vientos, como bien nos describió Josep Pla en no pocas ocasiones. Si Pla viviera estaría en su masía de Llofriu liando cigarrillos mientras buscaba adjetivos para calificar la situación.

Ya se lo decía a Soler Serrano en aquella mítica entrevista de la serie ´A fondo´ de TVE: yo para encontrar adjetivos lío un cigarrillo y los voy pensando. También parece soplar el siroco. A la peña le ha soplado el siroco en la testa y le ha dado por ponerse indepe, peleona, pegona, mentirosa. Se trasladan bancos, se alientan golpes de Estado y uno por entre la basura ve la foto de un mosso y un policía nacional que se abrazan en Pineda de Mar.

Las dos españas (policiales) firman una tregua como deberían firmarla las dos españas futboleras (Piqué y Ramos) y las dos españas nacionalistas. Hay que pertrecharse contra la sinrazón y amplificar como deber cívico y periodístico los gestos de concordia, que no abundan. Hay que pertrecharse contra el terral con aire acondicionado, cerveza fría y el mando a distancia bien cerca por si salen energúmenos que nos propicien ardor interior. No es una propuesta de inhibición y sí de salud mental y pública. El terral puede pillarnos a traición, ahora que lo propio es ir desempolvando la rebequita, los hábitos otoñales, las castañas ya mismo. Debatir sobre si el invento llamado batamanta es apropiado, en fin, pararse a ver cómo cae una hoja del árbol, si es que cae. O como se ondula la mar, esa mar sobre la que Julio Camba decía que le cabía en un artículo. «Yo donde otros ven el mar yo veo una columna», decía divertido el gran escritor de (y en) periódicos que fue el gallego. Cuánta retranca le echaría a toda esta podredumbre. Igual mandaba a más de uno a tomar viento.