Fitur ha sido un éxito, como cada año. ¡Alabado sea Fitur! Loable la labor histórica de Ifema. La trigésimo octava edición de Fitur ha vuelto a demostrar que el éxito económico más incontestable de la manifestación le corresponde al propio Instituto Ferial madrileño. ¡Bien por Ifema! Solo algunos elegidos han sido capaces de satisfacer plenamente a la gran tribu política ibérica en la medida de Ifema. Fitur es la gran maravilla de las maravillas. Da igual que sean de izquierdas, de derechas o de centro, esa entelequia ambidextra. Fitur, con cada edición se perpetúa como el gran photocall de referencia y de obligada peregrinación política anual. ¿Será que al político que no fiturea se lo lleva la corriente, como al camarón que se duerme...?

Fitur es el ultílogo con el que se rubrica la posverdad turística en nuestro terruño patrio. Fitur es la cita turística anual a la que los andaluces acudimos para que las autoridades turísticas competentes nos cuenten las gracias -nunca las desgracias- de la Costa del Sol y de Andalucía. Fitur es una especie de estrambote superferolítico, libre, como mandan los cánones, con el que, de soslayo, entre foto y foto, los responsables político-turísticos nos versean el menú turístico del porvenir, brindándonos pistas sobre sus casi nunca nuevas intenciones, que no siempre llegan.

En esta edición fiturera nos han hablado de asuntos harto enjundiosos, de los que entresaco dos: Uno, que a partir de ahora no volveremos a experimentar los hechos, sin antes haberlos previsto. O sea, que a partir de ahora el mercado nunca nos cogerá en bragas. ¡Bien! Bienintencionado el propósito. Novedoso, especialmente, si tenemos en cuenta que somos sexagenarios en el oficio turístico... Dos, que es importante legislar para poner orden en nuestra desmedida torpeza al conformar nuestros destinos y productos, porque el desorden y la sobredimensión no son buenos consejeros. ¡Fetén y preclara esta intención, máxime teniendo en cuenta lo antedicho, que somos unos jovenzuelos ignaros, con solo sesenta años de trayectoria turística...! En fin, nunca es tarde.

En ambos casos han insistido sobre la necesaria adaptación, como eje. Yo sé que nuestra presidenta y nuestro consejero andaluces, y nuestro presidente costasoleño, saben que nuestros productos turísticos veteranos son el resultado de sucesivas adaptaciones a lo largo de los años, que nunca respondieron a filosofías distintas de la reactividad en defensa propia. Y que no son pocos los destinos y productos que a base de adaptarse a su presente inmediato terminaron convirtiéndose en masas informes e indefinidas de difícil comprensión para la vista, el oído, el olfato y el tacto de nuestros clientes-objetivo.

Intuyo que nuestros próceres, al referirse a la adaptación de nuestros destinos y productos, no quisieron decir adaptación, sino transformación y/o reconversión. Por su naturaleza, las adaptaciones, en general, deben ser comprendidas como mero timón de fortuna a plazo fijo, si no queremos condicionar el porvenir. Nuestro actual horno no está para bollos, ni nuestros escenarios son los más propicios para la posverdad como herramienta. Solo transformándonos y/o reconvirtiéndonos nosotros, los individuos implicados en la gestión turística, tendremos posibilidades de transformar y/o reconvertir nuestra realidad actual en una realidad con futuro. Da igual cuántas mesas y foros turísticos implementemos si en ellas/ellos seguimos manejando las mismas neuronas de hace sesenta años. Por más adaptadas que estén no imaginarán soluciones distintas de las de entonces, que ya no sirven. Transformación y/o reconversión, esa es la madre del borrego.

Decía Quevedo en tono sarcástico «más fácil es añadir lo que falta que quitar lo que sobra». Y creo que no es mal momento para que todos los implicados en la industria turística asumamos su sabiduría y abandonemos la senda viciada. Que no se nos caigan los anillos. Hablemos abiertamente del turismo comprendiéndolo como el agente de alto grado de insostenibilidad que es. Asumamos a Quevedo y eliminemos lo que sobra mirando y arrostrando la realidad, cueste lo que cueste.

Una preguntilla inocente:

¿Qué ocurriría en Torremolinos, por ejemplo, si la bruja Maruja lo tocara con su barita de magia negra e hiciera que mantuviera toda su oferta alojativa actual al cien por cien de ocupación diaria durante cuatro años seguidos? Reflexionemos tres segundos...

¡Susto, ¿verdad...?!

Abandonemos Fitur, rentabilicemos su inversión mediante acciones a medida. Aprovechemos la oportunidad de cada mercado. Pensemos más allá de la legislatura. Despreciemos la posverdad, que nos es otra cosa que sofismo modernizado.