Málaga. Tiempo de tronos. Aquí, allí y más allá, tronos por doquier. En estos días, los tronos se integran a gusto y a disgusto, con polémica y sin ella, en cada uno de los paisajes que conforman nuestra geografía urbana. Pero hoy no hablaré de los tronos que protagonizan estos días. De esos ya irán ustedes bien servidos. Hoy pondré el acento en los otros tronos. Los que rigen y modulan el resto de días del año. Los tronos de la política, los institucionales, las sillas de poder. Hay tronos, por ejemplo, que están hechos para dar sorpresas, tronos inesperados. Como el de Michael Corleone, que lo ocupó contra todo pronóstico. Los hay también con caducidad, como el de José María Aznar. Un personaje más que polémico pero que, le pese a quien le pese, eso sí, supo poner límite a sus mandatos y se marchó cuando dijo que se marcharía. Hay otros, curiosamente, que no empoderan, como el trono de Benedicto XVI, un señorío que supo abandonar a tiempo. Algunos tronos parecen estar al alcance durante toda la vida pero siguen sin consolidarse, como el del actual Príncipe de Gales. Los hay también sin alternativa, como el trono del PSOE en la Junta de Andalucía, que se sigue alzando inamovible y perenne frente al horizonte como los Argonath sobre el Anduin. Ya aburre. Y luego está, aquí en Málaga, el trono de Paco. Para los de fuera, con matices pero sin demasiada discusión, Málaga exporta claramente tres ideas: El motor económico de Andalucía (aunque le pese a Sevilla y a su color especial), la Costa del Sol y un buen alcalde.

El trono de Paco y su alcaldía, con todos los peros que ustedes quieran darle, se han sostenido con solidez desde hace años. Sin duda, el llamado efecto 2000 en Málaga fue Paco, que llegó para quedarse. El trono de Paco, con varias mayorías absolutas a sus espaldas, ha supuesto para Málaga un amplio desarrollo urbanístico, cultural y turístico. Pero claro, Paco, a pesar de su fina estampa, que cantaba la Pradera, dicen las lenguas, no sé si las malas o las buenas, que está mayor para seguir perpetuándose en el trono. Legalmente no hay problema alguno, nuestro ordenamiento jurídico no pone límites a los mandatos. Los matices y el debate están precisamente detrás, en lo extralegal, en el contexto. Si Paco se ve con fuerzas para seguir, y eso lo tiene que valorar Paco y solamente Paco, por mí, adelante, que se siga presentando. Habrá que anotar entonces qué valor conceden en su partido al llamado relevo generacional, expresión tan al uso. Pero vaya, que el relevo generacional, así porque sí, tampoco es un absoluto. Es preferible un Paco preparado, aún en su madurez, que un delfín joven que no sepa manejarse.

Otra cosa es si, a la edad de Paco, habida cuenta de las presiones semipúblicas de su familia para que arroje ya el bastón municipal a los fuegos de Mordor, Paco debiera dar un paso atrás y dedicarse a los suyos como un vecino más. Esto, no sólo sería legítimo sino también digno de elogio. Porque no hay que apurar hasta el final, no hay que echar los hígados. Tanto más con la mochila e historial de éxitos políticos que Paco lleva a sus espaldas. Pero también les digo lo contrario. Si Paco se ve con ganas e ilusión para seguir, ¿por qué no ha de poder presentarse otra vez Paco a las municipales? Distinto sería, y esto sí que me parecería deshonesto, que la decisión o el movimiento no viniera de Paco, sino de más arriba.

De presiones y consejos fraguados a la sombra del trono a fin de aprovechar una vez más el tirón electoral de Paco para optimizar el resultado de las municipales. Todo ello para luego, tras la victoria, a mitad de mandato tal vez, situar en el trono de Paco y con los votos de Paco a alguien que no es Paco alegando por ejemplo, ahora sí, que Paco ya está mayor y debe retirarse. Ojalá que esto no ocurra, al menos de manera intencionada. Sería indecente. Pero eso nunca lo sabremos. Una maniobra maquiavélicamente previsible pero, sin duda alguna, digna de Juego de Tronos.