Pablo Casado ha estado en Fuengirola. Fuengirola es un buen sitio, miles de turistas llegan cada verano, cada semana, cada día. Pero Casado no ha venido a merendar espetos o bañarse en la playa ni a darse un garbeo por el paseo marítimo ni a cenar en Los Marinos. Ha venido (también / de paso / ¿sin querer?) a impulsar la figura de Esperanza Oña, que es la impulsora a su vez del casadismo en la provincia. No se le puede negar a Oña su capacidad de trabajo, su amplísima brega estos años, en Sevilla, su defensa del PP, su labor de ariete opositor contra la Junta, cosas que sin embargo (así pasa en tantas organizaciones) le han granjeado como premio un evidente ninguneo o postergación. Si Casado gana, Oña podría tomar venganza. Ganar realce. Ir a más. Ya soñó con ser candidata a la presidencia de la Junta.

En el acto de Casado en la localidad se vio también al senador Joaquín Ramírez. El cospedalismo está entregado y proclive, solícito y amigo del casadismo, y ambos quieren derrotar al sorayismo. Los de Soraya piden diálogo, un diálogo hipócrita, a conveniencia: que el casadismo se integre en ellos y Casado sea el dos de Soraya. Casado no ha estudiado mucho y seguramente le han convalidado asignaturas por la pura cara, pero no es tonto. Así que prefiere jugarse el todo por el todo. Todo o nada. La previsión le favorece: la suma de cospedálicos o cospedalenses y casadistas o casados o casaderos es mayor que la de los sorayos, sorayenses o sorayitas.

Eso sin contar que el margallismo, marginal pero quién sabe si decisivo es enemigo del sorayeo. Sorayeo: dícese del arte de hacer política presentándose como nueva siendo Rajoy redivivo. De la Torre está en Nueva York, lo cual, con las prisas, la pechá de avión, el cambio de horario, y el jet lag podría inducirlo a estar calladito en cuestiones de partido. Por el contrario, tal vaivén, que altera a cualquiera, podría impelirlo a realizar alguna proclama. Siempre a la contra de Bendodo, que podría ver la neoyorkina ausencia del munícipe por antonomasia como oportunidad para descansar de él y de sus maniobras. Ya nos tiene dicho sin embargo, que no le «sorprende nada», frase que pronunció como quien viene de una clase de yoga o meditación. Igual le hacen falta. O un té relajante. El regidor lleva años tomándolo.