Hay días que uno siente que nunca pasa nada. Le dices a tu sombra ¿Por qué eres tan pesada? Ninguna emoción altera el reloj cansado de tu corazón. Y gritas ¡Taxi! ¡Sáqueme de aquí!». El inolvidable cantautor Hilario Camacho tendría hoy algún contratiempo en Málaga para seguir la ruta de la paz en dirección prohibida sin parar hasta el mar. Los taxistas malagueños están manifestando con un paro su acentuada problemática frente a lo que consideran indeclinable: el compromiso de no poner en funcionamiento ninguna licencia VTC - las utilizadas por las compañías Uber y Cabify- hasta que haya una reunión con la Confederación Nacional del Taxi.

Tuve la oportunidad, o mejor diría el privilegio, de conocer a un auténtico erudito de la existencia. Francisco Montoya, a quien después de compartir imborrables tertulias lo nombré sabio del Perchel, fue un taxista que representó textualmente a este colectivo, erigiéndose como un paradigma de la labor de amparo, colaboración, confidencias y soluciones que estos profesionales nos otorgan en una carrera, corta en el tiempo pero muy prolongada en cuanto a las emociones derivadas de la charla pasajera.

Paco, este gran hombre de frases infalibles, parece haber departido en su taxi con Émil M. Cioran, pensador rumano, y gracias a su contundencia soportada sin provocar ninguna grieta anímica, supo verter un gran conocimiento de la grandeza de la vida. Como su colega el filósofo, transmitía un saber obtenido a través de su dilatada actividad como conductor de almas, sentenciando que lo que sabía a los setenta y tantos años, ya lo conocía a los veinte. Cincuenta años de un largo trabajo de comprobación. El tiempo transcurre agostado y uno deja de ser joven cuando no escoge a sus enemigos, en el momento que se contenta con los que tiene a mano. Era un Miguel Ángel.