Es posible que en un ámbito marcado por los estereotipos de exclusión, de marginación y violencia proliferen sentimientos de amor, amistad, compañerismo, empatía, inclusión y respeto? Sí, eso es y ha sido posible en las Colonias Urbanas de Palma-Palmilla impulsadas por el programa de Caixa Proinfancia de la Obra Social «la Caixa».

Durante varios años, desde Prodiversa-Progreso y Diversidad, se trabaja ayudando a estas personas a su desarrollo e integración en su ámbito escolar y social. Esto se traduce en veranos llenos de color a partir de final de junio, cuando comienza nuestra gran aventura, siempre en torno a una temática distinta.

Este año hemos «vestido» nuestras aulas de ciudades y paisajes sostenibles e idílicos, de un mundo donde los niños y niñas visualizan su futuro. El patrón principal de este proyecto nace en el interior de cada persona, que plasma sus inquietudes y preocupaciones de cara a forjar su vida adulta.

Os preguntaréis como son esas ciudades, ¿no? Pues bien, tenemos tiendas ecológicas, aeropuertos sostenibles con aviones eléctricos, carreteras con materiales reutilizados o granjas donde los animales no son explotados. Un puerto donde en sus aguas no cabe la contaminación y unos frondosos bosques que son hogar para muchos animales.

Pero no solo trabajamos en las aulas sino que son muchas las excursiones y actividades que iluminan y amenizan estos veranos y con las que todas disfrutamos. La playa, el Aquavelis, la Cueva del Tesoro, el cine, la protectora de animales o viajes en barco. Son muchas las habilidades que se trabajan y las vivencias que se adquieren para afianzar sus personalidades.

Surgen enfrentamientos, claro, pero no más allá de meros mal entendidos entre niños y niñas de este barrio humilde, que nos ayudan a aprender a dialogar, intercambiar, debatir, analizar y desarrollar la empatía. Pero sobre todo aprendemos a amar y respetar. Esto es lo mejor que nos llevamos Ana Benítez, Ana Belén González, Jessica Jiménez y yo a casa y hace que vengamos cada día con ganas y con nuestra mejor actitud. Son muchas las emociones que se ponen en juego y con las que aprendemos a expresar nuestros sentimientos y a llorar de alegría.

Y es que no son los niños y niñas los únicos que aprenden. Nosotras también podemos presumir de llevarnos vivencias reconfortantes cargadas de emociones. Experiencias que nos animan a seguir vistiendo de color y vida nuestras aulas, que cada día nos hacen estar más convencidas de que sí, es posible que en un ámbito marcado por los estereotipos de exclusión, la marginación y la violencia prolifere el amor, la amistad y el respeto.

*Mancera Ruiz es miembro del equipo educativo de Prodiversa-Progreso y Diversidad en Palma-Palmilla