Acabo de oír en la BBC unos interesantes comentarios sobre las recientes elecciones suecas. País admirable, a cuyo pueblo deseo todo lo mejor en estos tiempos complicados. Curzio Malaparte, uno de los grandes escritores europeos del siglo pasado, también amaba y admiraba a Suecia. «Kaputt» es el título de la gran novela de ese maestro italiano. Es la historia de la Europa que agonizaba entre 1941 y 1943. Tengo dos ediciones en español a mi lado. La primera fue publicada en Barcelona en 1962 por Plaza & Janés. Bien encuadernada, ha resistido bien este veterano volumen los efectos del uso frecuente y el paso del tiempo. La traducción fue de Coll Robert. Me deslumbró. También me acompaña el «Kaputt» más reciente. El que en 2006 terminó de traducir -con excelentes y bien iluminados resultados- el maestro David Paraleda López. Obra muy cuidada y muy digna del genio literario y político de Malaparte. Con las calidades habituales de Galaxia Gutenberg y el Círculo de Lectores.

Termina Curzio Malaparte el prólogo de «Kaputt» con una cita -profética- de Montesquieu: «Así, en fabulosos tiempos, después de las inundaciones y los diluvios, surgieron de la tierra hombres armados, y se exterminaron.» En la página 25 de esta reciente edición que acabo de comentar, nos habla Curzio Malaparte de Suecia. Estas fueron sus apasionadas palabras: «Hacía pocos días había llegado a Estocolmo, tras una larga convalecencia en una clínica de Helsinki, y en Suecia había encontrado aquella dulzura de la vida serena que antaño fuera la gracia de Europa.» Nos relata su encuentro con el Príncipe Eugenio, hermano del rey Gustavo V de Suecia. Fue en la villa de Waldemarsudde, la residencia del príncipe, «en un día claro de septiembre, de una delicadeza casi primaveral». Eran los tiempos atroces de aquella monstruosa orgía de destrucción, sangre y crueldades ilimitadas que conocemos como la Segunda Guerra Mundial. En la que Suecia fue un amable oasis. Según Malaparte, entonces «por las calles sumergidas en luz azul, bajo el cielo de seda pálida, en el aire iluminado por el blanco reflejo de las fachada de las casas, pasaban las mujeres, semejantes a cometas de oro azul. Su sonrisa era tibia; su mirada, estática e inocente.»

A finales del verano del año pasado, el 2017, se celebró el 25 Aniversario de una estupenda revista sueca que se publica en España, la famosa Sydkusten (SK). Tan apreciada por los escandinavos que residen aquí. Para muchos de ellos, España es su segunda patria. Como Suecia lo ha sido para no pocos españoles. Entre los cuales me encuentro. Me sentí inmensamente honrado cuando mi buen amigo Mats Andrés Björkman, el admirable editor de SK, me pidió que contara en ese número especial de aniversario mis recuerdos de los suecos que he tenido el privilegio de conocer y cómo eran sus relaciones con España y los españoles. Así fue. La generosidad y la ayuda de Mats Björkman lo hicieron posible. Sin éstas no lo hubiera conseguido. Porque ese artículo tenía que ser escrito en sueco. Recuerdo las formidables dificultades que representaron mis muy oxidados conocimientos. Desde años muy jóvenes es el sueco un idioma en el que me encanta expresarme. Y para el que aún puedo reproducir un tolerable acento de Estocolmo. Pero reconozco con humildad que no lo hablo con la perfección que se merece. Gracias a Mats, a sus profundos conocimientos del español culto, a su paciencia y a su sentido del humor, típicas virtudes de los suecos, ese extenso y muy meditado texto de un servidor finalmente pudo ver la luz del día en la noble lengua escandinava.

Guardo en mi biblioteca como un tesoro unos cuantos ejemplares de ese Sydkusten. Por los personajes suecos que menciono en mi artículo y cuyas fotos, junto a mis recuerdos, ilustran mi modesto texto. Entre ellos, Su Majestad la Reina Madre de Dinamarca, la Reina Ingrid, hija de un Rey de Suecia y enamorada de Marbella, en sus visitas en los otoños de los últimos años de su vida. Lars-Erik Björkman, el padre del editor de la revista, mi buen amigo, el que fuera el gran promotor del mejor turismo que ha tenido y tiene España: el sueco. Erik von Bayer, un gran señor y un civilizado y políglota ciudadano del mundo, que decidió vivir en Torremolinos con su esposa, Elvi. Ulf Schmidt, el Rafa Nadal de los suecos, grande entre los grandes. «And last but not least», la pintora Elisabeth Ellius, una maravillosa y fiel amiga de España. También ilustre vecina del Torremolinos primigenio. Vivió en el Bajondillo, cerca de la casa de Erik von Bayer.

Completé ese muy sentido artículo con una traducción mía -del sueco al español- de las estrofas del himno nacional de Suecia, «Du gamla, Du fria». Como un pequeño homenaje a todos mis amigos suecos. Hoy reproduzco unas líneas del himno de ese gran país, para titular con ellas este texto: «¡Tú, silencioso, afable y alegre! Te saludo a ti, el país más amable del mundo.»