La vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, se ha mostrado partidaria de regular los medios de comunicación. «Y empezar a tomar decisiones». Y lo ha dicho en la sede de la Asociación de Periodistas Europeos, en Madrid. Eso les pasa, a los Periodistas Europeos, por invitar a cualquiera. Es como si el Club del Tocino trae a alguien a su casa y éste alguien se muestra partidario de intervenir el tocino. O sea, una tocinada.

Aún resuenan en San Telmo, sede del Gobierno andaluz, los gritos de euforia al conocerse que Pedro Sánchez se llevaba a Madrid a Carmen Calvo. En la sede del PSOE también respiraron aliviados. El Gobierno está acorralado por los escándalos de sus ministros y Pedro Sánchez las pasa moradas con lo de su tesis. Más apuro que delante de un tribunal académico. Y la respuesta es amordazar a la prensa. O intentarlo. Censura. No les gusta la verdad. Impropio de la izquierda el no asumir la crítica. La verdad. Le duele a uno escribir que el Gobierno está perdiendo el norte, pero es la pura constatación, la pura sensación, una vez visto que perdió el sur, el este y el oeste. Trajo alegría, ilusión, desalojó al jefe de un partido que fue en sus altas escalas un grupo mafioso y corrupto que se repartía sobres. Aún estamos esperando a que derogue la reforma laboral y reinstaure derechos de los trabajadores. Regular a la prensa. Una huida hacia adelante.

Hay prensa mala e irresponsable y vivimos en la era de las fake news o noticias falsas, pero la Justicia sigue funcionando y si uno se defeca en la madre de alguien en un periódico, ese alguien puede ir a los tribunales. Estamos en un estado derecho y en una democracia que funciona. Pero es que la mentira, la insidia y el infundio lo que es consustancial al español. Al ser humano. No sólo a la prensa. Calvo se alinea con Viktor Orban (el carca y xenófobo primer ministro húngaro) y el Gobierno polaco, censor de la prensa libre, proponiendo «tomar medidas». Tal vez le gustaría un mundo en el que no se publicara que Sánchez copió su tesis pero sí que a Casado le han regalado la carrera de Derecho por la pura cara. Proponer mordazas a la prensa (que ha de hacer autocrítica, por ser irresponsable muchas veces) es otro tiro en el pie del Gobierno, otro flanco impresentable.

Lo triste de los que la criticarán por esto (el PP, Pablo Iglesias, etc.) es que piensan lo mismo, ansían unos medios de comunicación controlados. Todo el mundo sueña con su propia TV3, con un mando a distancia que dicte titulares, despida a periodistas incómodos, ponga y quite presentadores, loe a los conmilitones y zahiera al adversario político. Creen más en el poder de los medios que los propios medios. Todo político lleva dentro un director de medio de comunicación. Calvo se está convirtiendo en un peligro. Y a lo mejor (eso quisiera ella) ya mismo no podemos escribirlo.