En algo tiene razón Rufián, si Sánchez no mueve ficha Cataluña le pasará por encima. Pero no de la manera que cree el diputado de Esquerra. El presidente del Gobierno ha confiado hasta ahora en la posibilidad de narcotizar al independentismo con buenas palabras y concesiones, que la mayoría de sus dirigentes aceptan de buen grado, no así una buena parte de los españoles que asiste abochornada a una especie de claudicación del derecho frente a los energúmenos empeñados en destruir el Estado y la democracia. El problema se agudiza cuando la calle se inflama y esos dirigentes tienen que responder al paroxoismo con un doble discurso que por la mañana los legitima y, por la tarde, les hace pasar por traidores ante los suyos.

Hacen falta soluciones políticas, sí. La cuestión es saber para qué, en qué dirección se están buscando, y a favor de quiénes. Si la solución política consiste en referéndum secesionista sí o sí, está claro de que no hay nada de qué hablar. Acompasar eternamente la mano tendida con la insurrección abierta que se ofrece a cambio del diálogo bilateral resultará imposible incluso para Sánchez.

El Gobierno debe tomar medidas eficaces, apoyándose en los partidos constitucionalistas, para evitar que el oprobio continuo de las amenazas y el chantaje no hagan mella en un sistema que únicamente encuentra respaldo anímico en los jueces del Supremo. Querer ganar tiempo para seguir en el machito es especialmente indecoroso en las actuales circustancias.