El domingo tuve la oportunidad de volver a ver baloncesto femenino en Los Guindos. El equipo que entrena Lorena Aranda y que compite en la Primera Nacional volvió a ganar un fin de semana más y cuenta todos sus partidos por victorias. Hasta el momento son cinco los partidos que han jugado y nadie ha podido pararlas. Esto es normal en cierto modo, porque si la temporada pasada se quedaron a las puertas del ascenso, este año han formado un equipo dispuesto a cumplir ese el reto.

Pero no he venido a hablaros del equipo en concreto, porque para conocerlas mejor podéis pasar a verlas cada domingo de partido en casa. Hoy pongo encima de la mesa una situación que semana tras semana vive el equipo malagueño, algo que puede sembrar un bonito debate si se aplica la razón y la lógica a la hora de defender cada uno de los argumentos. Yo tengo mi propia opinión al respecto, y aquí os la plasmo sabiendo que quizá mucha gente no esté de acuerdo conmigo como he podido comprobar a través de las redes sociales en los últimos días.

Sin ir más lejos, el domingo Unicaja volvió a ganar por una diferencia brutal, esta vez por 111-19. Con los 92 puntos que separaron a ambos conjuntos y la posterior publicación del resultado en twitter se inició un intercambio de opiniones que defendían que era una falta de respeto publicar estos resultados porque se señalaba claramente como inferior al equipo que había recibido tal parcial y ponían el grito en el cielo porque Unicaja otra vez rompía los registros «humillando» a su rival.

Mi reflexión comienza analizando que nos encontramos en una competición que no está considerada como de formación, yo por lo menos no lo veo así, sino llena de jugadoras senior que tienen una serie de objetivos en el mundo del baloncesto. Muchos clubes tienen marcadas sus miras en función de su plantilla, y aunque cada cual es libre de formarla como crea conveniente o como las circunstancias le permitan -Dios me libre de valorar situaciones que no conozco -, está claro que cuando un equipo se presenta a un partido con casi el 90% de jugadoras en edad júnior y en muchos casos hasta cadete, si enfrente tienen a un conjunto plagado de experiencia como es el caso de Unicaja -Gema García, Vero Matoso, Claudia Alonso, Noelia Masiá, Reme Velasco, Sandra Pérez?-, con sus mejores júniors como complemento y con el objetivo claro de estar el año que viene en Liga Femenina 2 junto a Alhaurín, se expone claramente a que los resultados sean los que hasta el momento son.

Como periodista, y entrenador en mi cada vez menos tiempo libre, para mí no es una falta de respeto comunicar al resto del público el resultado final de un partido de estas características, y más cuando si pierden también se informa. Si estuviéramos hablando de categorías formativas puedo entender la indignación en la publicación de dicho resultado -que aún siendo abusivo se estaría en pleno derecho -, pero en una liga como la Primera Nacional donde el siguiente paso es un ascenso a un mundo semiprofesional, entiendo que no tiene demasiado sentido. Y hablo desde la experiencia, ya que estando en el Clínicas Rincón caímos en LEB Oro por 40 puntos ante Valladolid en un año donde nuestra plantilla era extremadamente joven para poder competir en una liga tan exigente. ¿La culpa de ganarnos de tanta diferencia fue del rival, o nosotros quizá no teníamos nivel para competir con ellos, un club que quería estar arriba al final de año? Nuestro proyecto era de formación, con mucho júnior, en un mundo profesional, y la cosa no salió como esperábamos aunque conseguimos finalmente la permanencia.

Pues este caso es muy similar. Quizá no haya que mirar a Unicaja a la hora de valorar los resultados, que consiguen cada semana con muchísimo trabajo y sin despreciar a su rival, jugando tal y como saben y les han enseñado. Quizá haya que mirar hacia otro lado, un poco más arriba, a la hora de valorar las responsabilidades de estas situaciones. Con esto, abro un punto y seguido en el tema. ¿Vosotros, qué opináis?