En 1983, el general del ejército del aire de la Unión Soviética Stanislav Petrov, responsable del sistema de detección de misiles nucleares soviético, detectó el lanzamiento de dos cabezas atómicas americanas. En vez de interpretar que aquello pudiera ser un ataque, Petrov asumió que se trataba de un error informático y decidió dejarlo correr. Acertó. Si no lo hubiera hecho, probablemente se habría desencadenado un conflicto termonuclear a gran escala cumpliendo uno de los miedos más atroces del siglo XX: el Apocalipsis nuclear.

En los videojuegos, «Fallout» lleva moldeando ese trauma desde 1998. La saga de Bethesda fabrica un mundo después de una hipotética Tercera Guerra Nuclear en el que el objetivo es sobrevivir a la radiación, las horribles criaturas que ésta ha generado y a menudo también a los supervivientes de la guerra en un mundo abierto gigante.

En sus comienzos, fue una saga destinada a un público muy concreto y extraordinariamente compleja. Pero desde hace una década, con la fulgurante aparición de la tercera parte de la franquicia, un nuevo «Fallout» es un acontecimiento mayúsculo también para el gran público.

El próximo 14 de noviembre llegará la siguiente entrega, «Fallout 76». Recientemente, la compañía norteamericana lanzó una demostración interactiva del título, cuya principal novedad respecto a anteriores ediciones es la desaparición de la historia para un sólo jugador, en favor del juego en línea, con decenas de compañeros, también dispersos por un mundo definitivamente hostil.

«Fallout» en sus inicios apostó sus tapujos por el rol. A medida que se avanzaba en la historia, el personaje al que dábamos nombre y elegíamos sus capacidades, iba evolucionando. En la modernidad, estas raíces se han mantenido aunque la combates y los disparos tienen mucho más protagonismo que en el pasado siglo.

Con el nuevo rumbo, muchas situaciones se pueden resolver por las malas, aunque siguió presente la capacidad para elegir el camino del protagonista del juego. De tal forma que podíamos potenciar su «labia» para progresar a través del diálogo, o su fuerza, para en fin, arrasar a nuestro paso.

Esta idea, con la venidera edición se pretende exportar al modo multijugador. Con ello, se pierde uno de los valores de la franquicia: la profundidad de la historia. El universo «Fallout» no solo es un mundo devastado por las bombas, sino una enorme distopía, en la que Estados Unidos, aislado del resto del mundo en la década de los cincuenta, se ha mantenido con las costumbres de la época hasta que explota la lucha, dos siglos en el futuro.

El nuevo «Fallout» apuesta otra vez por la construcción de campamentos, tal y como vimos en la cuarta entrega, del año 2015. Habrá que ver qué tal sienta esta apuesta, ya que en la demostración interactiva se apreciaron ciertos fallos de bulto y también si la apertura hacia la red no se hace a costa de prescindir de su valor distintivo.