No aprendemos. El lenguaje no es inocuo ni las palabras son inocentes; están cargadas de intenciones espurias. ¿Por qué si no se llama postverdad a lo que simplemente son mentiras?

Lo digo porque somos - me refiero a los constitucionalistas- tan ingenuos que hasta le hemos comprado las armas lingüísticas al enemigo independentista. Porque sí; Torra, sus secuaces y el mundo independentista catalán, son el enemigo interior de España que, una vez destruida la convivencia en Cataluña, quiere destruir también la del resto de España. Y no nos damos cuenta de la ventaja que les damos de partida. Ya nos ocurrió con ETA cuando, por ejemplo, utilizábamos el concepto "impuesto revolucionario" cuando la verdadera palabra era el chantaje, la extorsión o cualquier otro sinónimo. Aceptando el lenguaje del enemigo le damos la ventaja de extender un manto de legalidad y respetabilidad a lo que simplemente es delito.

Esto mismo está ocurriendo con los golpistas catalanes -¡ay, Zapatero!- que no sólo engañan con mentiras permanentes a los catalanes, sino que -como la gota malaya- acaban también por intoxicar a los bienintencionados españoles constitucionalistas.

Por ejemplo al comprar el concepto "choque de trenes". Nunca ha habido ni habrá tal choque. Porque el tren de España tiene la vía expedita mientras que el de Cataluña va por otro lado y ha acabado en el tope de una vía muerta que se llama Constitución. Y ni España ni Europa, por mucho que se empeñe el independentismo catalán, quitarán nunca ese tope porque se negarían a sí mismas y volveríamos a las andadas del cáncer nacionalista que tantos muertos originó en el siglo XX.

Algo similar ocurre con el que ellos denominan "derecho a la autodeterminación", que además de ser un insulto a los españoles -porque, razones jurídicas y legalidades aparte, aceptarlo sería admitir que Cataluña es una colonia ¡explotada! por el resto de España-, cubre de una cierta respetabilidad a lo que es en realidad, algo que suena bastante peor: el "derecho a la secesión".

Por eso ante la matraca de la autodeterminación hay que responder permanentemente con la palabra secesión. Si ellos hacen oídos sordos a los razonamientos, hagamos nosotros igual. ¿Referéndum€ para la secesión? ¿Dónde se ha visto eso? Y esto vale para los políticos, aunque ya sabemos que sus intereses personales o partidistas, prostituyen su lenguaje. Pero también, y de manera relevante, para los periodistas y medios de comunicación tan importantes en la batalla de la propaganda que no estamos dando. Y lo mismo podríamos decir de otros muchos conceptos. Bueno algo se está haciendo por combatir lo de los "presos políticos", por la realidad de los "políticos presos". Buena prueba de que el orden de los factores sí altera -y mucho- el producto.

No obstante, aparte de los golpistas declarados, hay en Cataluña una amplia red de catalanes muy respetables y respetados en el resto de España que muy sibilinamente también utilizan el contrabando de las palabras y los conceptos para inocular el virus del independentismo. No quiero dar nombres pero detrás de esas imágenes existe la deliberada intención de situar en pie de igualdad a Cataluña con España. Algo que nunca debemos cansarnos de repetir es una falacia histórica. El bonito "cuento" que colocan a quien ingenuamente se lo traga es el del matrimonio mal avenido que quiere un pacífico acuerdo de divorcio o cambiar las bases de su convivencia.

Sin embargo la realidad es que nunca existió tal matrimonio. Lo que ha habido es una familia que se articuló alrededor de una monarquía -que cambió de dinastía en un momento de la historia e incluso intentó un par de veces eliminarla-, a la que se llamó España, integrada por muchos hijos que se fueron uniendo bajo las banderas de esa monarquía en pie de igualdad, con respeto a algunas diferencias, y que hemos aceptado la inmensa mayoría de los españoles. Y la hija Cataluña, que siempre fue díscola, trató permanentemente de beneficiarse lo más posible de la herencia que comparten todos los hijos, a costa de la herencia de los demás. Por tanto, si no hacemos pedagogía con la historia desgraciadamente -no solo en Cataluña sino en el resto de España- al menos batallemos para difundir nuestro cuento y no nos dejemos influir por el cuento catalán. Y siendo conscientes de que el sentimiento es muy difícil de combatir, utilicemos asimismo la racionalidad de los números y de los datos reales, que los hay, para desmontar las mentiras que tantos se han tragado. Como hizo Borrell con su libro.

Finalmente, hay otra razón para no ceder ni un ápice en la obsesión del plano de igualdad entre Cataluña y España. Escribo estos párrafos la víspera de la "minicumbre" de Barcelona por lo que ignoro qué ocurrirá mañana. Pero me parece un error más de Sánchez. Los independentistas nunca retrocederán un milímetro ya conquistado si no es por la fuerza del estado. Por eso, cualquier milímetro que avanzan les da oxígeno para transmitir esperanza a los miles de catalanes que se sienten crecientemente defraudados y engañados por la milonga de la independencia cada vez más desvelada por el ejemplo de los problemas que el Brexit está planteando al Reino Unido. Por consiguiente, cuanto antes se convenzan de que no conseguirán su objetivo, antes se saldrá del conflicto actual. Ceder algo aunque sea simplemente simbólico tiene la consecuencia de alargarlo y retrasar un final que no puede ser más que la derrota total de los actuales dirigentes independentistas.