Lo dijo en directo un pensador moderno que tiene espíritu de bufón, y hasta sus maneras y su forma atrabiliaria de vestir, exagerada y divertida, con un gusto que apuesta por las mezclas más chocantes, parecen ir en esa dirección, incluso su nombre de guerra, Bop Pop, bajo el que Roberto Enríquez ha fabricado todo un personaje, es indicio de alma festivalera y cascabelera. Y al mismo tiempo, y ahí su grandeza, el brillante análisis que de la tele y la realidad y la cultura y la sociedad y la política, hace esta eminente figura de la televisión, casi siempre bajo el amparo de Andréu Buenafuente, con quien ahora comparte travesía en Late motiv. Fue ahí donde una noche soltó la verdad verdadera que leemos en el titular de esta página. En nuestra sociedad, dijo, sobran «influencer» y faltan referentes. Hubo un silencio gélido, atroz, un zarpazo como de la ira de un dios noqueado, una hostia en la línea de flotación de tanto impostor, un bendito escupitajo sin despeinarse a tanta chuminada fruto de egos cuya megalomanía es sideral, torrencial y vertical, o sea, el tonto de arriba se mea en los tontos de abajo. Pues ahora resulta que muchos de esos «influencer» son un bluf, una estafa, una mentira gorda, es decir, los buscavidas de toda la vida. Lo decía la semana pasada La Sexta Noticias en un reportaje que daba datos escalofriantes, asoma la voz de Pedro Piqueras desde Telecinco dando a entender que hay calificativos que sólo a él le pertenecen. O sea, decía el reportaje que presentó Helena Resano al mediodía, uno de cada cuatro seguidores de la tropa de «influencer» son falsos. Las casas comerciales, que se han gastado más de 35 millones de euros regalando productos e invirtiendo en publicidad en los perfiles de algunos de estos impostores con más jeta que los montajes de Sálvame han tirado por el retrete cerca de 12 millones porque detrás de esas abultadas filas de seguidores a los que el influyente de turno iba a influir era eso, nada, un hueco, un agujero negro, un perfil urdido por robots que multiplican los «followers» o se compran como se compra en la oscuridad el silencio entre Juan Manuel Moreno, PP, y Juan Marín, Cs, para subirse el sueldo como primera medida de Gobierno en Andalucía.

Menos desayunos

Estos van a pasar una Nochevieja y entrada de Año Nuevo que flipas. Ni los escotes ni las transparencias de Cristina Pedroche, que apareció en Instagram en bolas -literal, porque se tapó con un montaje de bolas de navidad engarzadas, demostrando que su sentido del humor sigue intacto-, los va a emocionar tanto como que sus votantes, perfectos «followers», tragan lo que tengan que tragar. Resumiendo, y como dirá Risto Mejide en cuanto pasemos de este 2018 al 2019, todo es mentira. Así es. Todo es mentira es el nombre del nuevo intento de Cuatro para comerse un cachito de la tarta de la tarde que hasta ahora se tragan como leones, y auténticos reyes de la selva, los de Zapeando. La mayoría de los «influencer» son más falsos que las risas y los brindis que mañana se verán en el programa de Nochevieja -empacho de Roberto Leal en La 1, que por muy mono que sea el chico todo tiene un límite, que no nos dará tiempo de tragar la última uva desde la Puerta del Sol junto a la diosa y maestra Anne Igartiburu cuando nos esté pidiendo que soplemos el matasuegras para celebrar ¡Feliz 2019!, esa eterna y rancia gala con que las cadenas, todas las cadenas, meten sus ancas en el nuevo año-. En el mundo «influencer» hay mucho «postureo». Pero indaguemos un poco más sobre lo mismo. Entre referente e influyente hay una delgadísima línea que une a las dos palabras por sus significados parentales, pero entre influyente e «influencer», que parecen semejantes, hay un abismo. Más desayunos tenía el referente de Al rojo vivo, pero no ha conseguido ser influyente, y mucho menos «influencer», así que Xabier Fortes se queda dentro de unos días sin esa cola rara que hasta ahora mantenía la dirección de TVE haciendo un puente entre Los desayunos, La mañana con María Casado, y vuelta a Más desayunos, tertulia política que ha enganchado menos que las Amigas y conocidas de Inés Ballester de la etapa anterior.

Pelo púbico

Vuelvo a Andalucía, que esta semana ha estado en el candelabro de todas las teles que en el mundo son. Está claro que para la derecha más airosa, más vanagloriosa, y más por mis cojones, Andalucía se ha convertido en un espejo, en el norte, en el ejemplo de los ejemplos. Vamos, en una auténtica «influencer». Si allí se han unido las derechas, se unen en el resto de España, sean elecciones municipales, europeas, o siderales. Es lo que deduje viendo y escuchando al líder del nuevo orden, un Pablo «Aznarín» Casado que se movía sobre una tarima como se mueven los charlatanes vendiendo el crecepelo de toda la vida, con despliegue de sonrisa triunfadora, y con el que conectó María Llapart en La Sexta para que la buena nueva que llegaba de «la gran tierra que es Andalucía» no se descarriara. Están felices. Ya sin caretas. No hay nada que ocultar. El «influencer» y el referente del PP es Vox. Si a mitad del siglo XX Carmen Martín Gaite escribía la vida provinciana de las chicas de Entre visillos, las reuniones de la derecha con la extrema derecha del vaquero Santi Abascal se hacen detrás de las cortinas, como decía Susana Díaz entre una nube de periodistas, confirmando La Sexta el comadreo. Qué pena que a José Mota, todo un referente del humor, no le haya dado tiempo a meter en su especial de Nochevieja Retratos salvajes para La 1 -Siete horas con Mariano, El inimitable, Okupas en la Moncloa, e Historia de la Munda, remedo de la película del argentino Damián Szifron- los pactos andaluces de PP, Cs y Vox, el auténtico macho alfa. Seguro que Mota sabría encontrar humor donde yo sólo veo preocupación. El vaquero Santi se ha convertido en el auténtico «influencer» de la derecha salvaje, un referente que me eriza el pelo del pubis, por lo menos. Bop Bop, ilumínanos.