Basta con que te anulen una cita para poder hacer un recorrido de aventuras por el centro de nuestra Málaga bravía, matando la hora perdida por recodos, con unas gafas de equidistancia entre el guiri despistado y el bancario que se apresura. Y es que nos morimos del gusto mirando de refilón un patio interior en Roma pero no nos recreamos buscando guardacantones, rejas o muros en nuestra propia ciudad. Y ahora que todos somos viajeros, que no turistas, y a quien más y a quien menos ya le saben poner el café como le gusta en el Courtyard del Victoria and Albert Museum, o asistimos con arrobo a una pequeña exposición en una calle perdida del Marais, estoy por solemnemente crear la Real Sociedad Aventurera y Local de la Ciudad de Málaga, con fines de exploración, deleite y divulgación, acercándonos a lo conocido sin prejuicios y a lo desconocido sin remordimiento. Habrá una expedición a la Catedral, otra al Jardín Botánico, dos con intención de cartografiar partes de la ciudad a la que no llegan el alumbrado de Navidad y cuya línea de sombra marca el «Hic sunt dracones» en el callejero habitual. Se han propuesto, contando con la ayuda de expertos antropólogos, una inmersión en los Verdiales que huelen a retama, en la Semana Santa sin silla y en el Carnaval de los ensayos. Puede que se proponga un recorrido a los bares de barrio donde se hacen callos y se fríen pescadillas enroscadas, verdadera aventura buscando trazas de tiza en pizarra junto a la foto de Viberti, en una selva de gastrobares engañosos.

Se publicará anuncio, posiblemente en este diario:

«Se buscan hombres y mujeres para viaje peligroso. Salario bajo, riesgo de terral, largos meses en la más completa oscuridad, peligro constante, y escasas posibilidades de regresar a la misma vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito». Apúntense.