Cuando eres entrenador, son muchas cosas las que te rondan a la hora de tomar determinadas decisiones intentando tener siempre en cuenta la justicia, el aprendizaje y lo mejor para el equipo. La gestión del grupo no es una labor sencilla y son muchos los que se toman la libertad de opinar y criticar de manera desmesurada y sobre todo fuera de contexto.

Nunca llueve a gusto de todos, es imposible. Tampoco todos los integrantes del equipo van a una, en relación a temas extradeportivos, ya que cada familia es un mundo, las clases y los trabajos son diferentes y las experiencias o no en otros clubes dificultan la adaptación. A todo esto le sumamos las diferentes motivaciones, las personalidades, las relaciones internas y los conflictos.

Un equipo es cambiante, pero debe mantenerse unido por la lucha del objetivo común y es muy importante que cada integrante se sienta valorado, teniendo al grupo por encima del individualismo. ¿Cuándo consideramos que está cohesionado el equipo? Cuando los integrantes son puntuales, cuando vienen siempre a entrenar aunque cueste, cuando se esfuerzan por mejorar y cuando trabajan por los mismos objetivos. A un equipo unido le llegarán los resultados y es mucho más aconsejable empezar por la cohesión que por el resultado para favorecer la unión.

El buen funcionamiento del equipo no solo depende del entrenador, los jugadores también deben comprometerse.

¿Qué pueden hacer los entrenadores?

Generar una identidad para que el equipo se sienta importante y único, haciendo que los integrantes se sientan motivados y orgullosos de pertenecer a ese grupo potenciando dicha identidad. Debe explicar los roles dentro del equipo (pueden ir cambiando) para favorecer los liderazgos y el sentimiento de valía. Potenciar los distintos tipos de liderazgo también es importante: el jugador más puntual, el que más trabaja aunque no sea tan protagonista, el que siendo protagonista ayuda a compañeros a mejorar, el lesionado que siempre acompaña a su equipo€Para todo esto es muy importante conocerse bien dentro del equipo, tener objetivos a corto y a largo plazo y cumplir una serie de normas.

Hay que tener mucho cuidado con la gestión de las reuniones o quedadas fuera del vestuario y la gestión de la competitividad interna. Ambas son armas de doble filo y encontrar el límite entre lo que favorece o destruye al equipo es complicado.

¿Qué pueden hacer los jugadores?

Los jugadores deben comprometerse con el equipo sabiendo que llegarán momentos complicados y deberán seguir siendo ejemplares y responsables con sus compañeros y entrenadores. También deben superar ese miedo a hablar con los entrenadores y favorecer la comunicación para evitar conflictos. Los integrantes del equipo deben también cuidar del vestuario siendo educados, teniendo actitud de equipo y dejando fuera las individualidades. A los nuevos integrantes hay que aceptarlos, respetarlos y ayudarlos. El deportista de equipo debe esforzarse al máximo ayudando siempre a sus compañeros, la actitud es muy contagiosa y genera un clima de trabajo adecuado para el grupo.

En ocasiones la buena voluntad del entrenador no es suficiente y hay que estar preparado para aceptar críticas además de solucionar conflictos, pues el trabajo diario no se valora como se debe y los agradecimientos son apenas inexistentes. Hay que aprender a afrontar situaciones complicadas, no esperar nada de nadie, ni defender algo que no debe ser defendido por falta de confianza o información.

A través de la comunicación un entrenador debe explicar sus normas, aplicar sus límites y tenga la edad que tenga no debe aceptar en ningún momento que su figura quede infravalorada o poco respetada. Las cosas no nos hacen daño, somos nosotros los que aceptamos que determinadas cosas nos puedan dañar. Hagamos lo que hagamos, siempre encontraremos críticas.

Creer en lo que uno hace no significa que tarde o temprano pueda dudar sobre la progresión o el proceso, reflexionar para volver a tomar decisiones, escuchar diferentes puntos de vista para modificar el plan de trabajo y por qué no, arriesgar, vivir y compartir experiencias en equipo.

Poder ser tal y como uno es, sin máscaras ni engaños, adaptarse entre todos y sacar partido al equipo para que tanto jugadores como entrenadores aprendan y progresen, partiendo de una base fija y avanzando en un camino en ocasiones inestable y difícil. Quizá además de un equipo, a todo esto, se le pueda llamar también familia, pues la labor de educar en casa también es compleja, inestable e injusta en ocasiones.

Cuidar del equipo como entrenadores, padres y jugadores es responsabilidad y deber de todos.