No cabe duda de que si hay un debate televisado entre los números uno al Congreso por Málaga, Ignacio López Cano, del PSOE, sería el menos experimentado. Alberto Garzón, de IU, ama la televisión y las redes sociales. Maneja su imagen de marca con singular tino, no rehusando incluso los lances en los que sabe que puede salir escaldado. Se atreve a ir con el punto (más) de provocación. Si hace falta. Guillermo Díaz, de Ciudadanos, es experto en cine, en pantallas, en series, en televisión, y además se ha fajado con éxito en debates en el Congreso. Algunas de sus intervenciones en las comisiones han tenido la brillantez y el fulgor que deja la originalidad bien trabajada. Memorable aquella en la que imitaba a Chiquito. Y es que las cosas más serias, solo los tontos lo ignoran, pueden decirse de manera simpática. Y qué decir de Pablo Montesinos (PP), atildado y educado, pulcro y conservador, buen conversador, estrella televisiva. Con más experiencias en platós y conexiones en directo casi que Jorge Javier Vázquez.

Claro que a lo mejor es López Cano, con su novatez, el que aporta frescura. Tiempo habrá de verlo. Por la pequeña pantalla. Desde este diario, desde esta web, nos ofrecemos prontamente para acoger en nuestros estudios y en nuestras páginas, un encuentro a cuatro, que sería sin duda nutritivo. O sea: damos por supuesto que además de telegenia tienen propuestas interesantes para la provincia, que unos conocen más y otros menos. En España, la gente tiene una concepción un tanto británica de lo que es un diputado. Allí, se preocupa de su circunscripción y la visita con frecuencia y es cauce de las preocupaciones vecinales. Aquí es que, nos guste más o menos, el diputado es una señora o señor que pernocta un par de días a la semana en Madrid para votar cosas y participar en comisiones. A lo mejor a un señor de Huesca se le ha encomendado aportar ideas en la comisión sobre la RTVE o acerca de una posible reforma constitucional, pero están los notas de Huesca exigiéndole que exija una mejora en las carreteras de la provincia y el hombre, o mujer, claro no da abasto. Con lo pesadito además que puede llegar a ser un señor que cree que se merece una autovía.

No es que queramos justificar vagancias, que las hay, es por aclarar un poco. Con todo, lo primero hay que pedirle a un candidato, además de honradez, claro, es aquello que el maestro Alcántara siempre ha divulgado como primer mandamiento del columnista: «No aburrirás ni a Dios sobre todas las cosas». Amén.

Tiempos de democracia televisiva, lo cual no es nuevo, ya acuñaron ese término los teóricos en los años ochenta, cuando eclosionaba la televisión y los canales surgían como los espárragos en una fértil huerta navarra. Y en los setenta en Estados Unidos (debates con Nixon, etc.). Si tienen oportunidad repasen Homo videns, de Giovanni Sartori, y si no son tan aficionados a la cuestión, hagan como yo, dedíquense a sacar defectos a la dicción, corbatas, propuestas, peinado, saber estar, cejas y contradicciones de los mencionados candidatos por Málaga. No hay ninguna mujer. Muy mal.