Los tentáculos del rencor son más largos que la memoria. Están mimetizados en los cromosomas de algunos individuos que pretenden disfrazar sus incapacidades con libros de historia.

El primer ministro de México, López Obrador, ha enviado una carta al Rey de España Felipe VI para reclamarle una disculpa por los daños ocasionados en la colonización de América. Unos hechos que acontecieron hace ahora quinientos años.

Señor Andrés Manuel López Obrador, debería usted documentarse mejor en la dinastía de las familias reales europeas, pues el actual Rey de España no desciende de los Reyes Católicos, principales destinatarios de su queja, sino de una familia que se adjudicó el trono muchos años después del descubrimiento. Yo le propongo que eleve su reclamación a los descendientes del descubridor, de los tripulantes de las carabelas y de los conquistadores que arribaron en sus costas en busca de gloria y fortuna. Seguramente los encontrará viviendo en México, incluso formando parte de las clases altas que son las que siguen gobernando Latinoamérica. Probablemente estén relacionados con su propio árbol genealógico, porque, ya puestos a recordar, no olvide que los que expulsaron a los españoles de México fueron los mismos descendientes de aquellos que acabaron con el imperio de Moctezuma.

Por cierto, ¿deberían pedir perdón los descendientes de Moctezuma a los antiguos pobladores de aquellas tierras sobre cuya sangre construyó su poder? ¿Debería pedir perdón un carpintero de Liverpool por las masacres indígenas que realizaron sus antepasados ingleses en Norteamérica? ¿Y un electricista portugués?, ¿tiene responsabilidad en el comercio de esclavos? ¿Puede un fontanero francés o un panadero holandés sentirse culpables por la colonización de África?, ¿y un pastelero belga?, ¿estará involucrado en el terrible pasado de la industria del caucho en el Congo? ¿A quién reclamamos nosotros las invasiones de los cartagineses, los romanos y los árabes? Demasiados remordimientos, ¿no le parece? ¿Debería usted pedir perdón a los nativos centroamericanos por haber pisoteado sus derechos desde que obtuvieron la independencia del Reino de España? Me temo que la historia tiene demasiados capítulos para andar con hojas de reclamaciones.

Al igual que en todas las conquistas, es cierto que se cometieron crueldades e injusticias en la colonización de América. Lo dice la historia, pero la historia pertenece a cada presente, con todo su contexto, del que son responsables únicamente quienes lo vivieron. Nosotros somos responsables de lo que ocurre en nuestras ciudades, en nuestras costas, en nuestras familias. Señor López Obrador, debería usted preocuparse por evitar el terror que viven sus paisanos en poblaciones como Los Cabos, Acapulco, Tijuana o Ciudad Juárez; aliviar el sufrimiento de las víctimas de los narcos o asumir la responsabilidad por todos aquellos que tropiezan con la mafia en su intento de cruzar la frontera de EEUU siguiendo un camino embarrado de baldosas amarillas. Esas crueldades e injusticias están ocurriendo ahora. Puede que algún día tenga usted que pedir perdón por no haberlas resuelto mientras se daba un chapuzón en la memoria.

Es más sencillo resolver los despropósitos históricos que los actuales. Requieren menos presupuesto y, oportunamente aireados, logran elevar el índice de popularidad de los salvadores de patrias.

La historia no es un buen arma de confrontación, porque tiene aristas de un lado y de otro. La historia está para aprender de ella. Para evitar que vuelvan a repetirse los crímenes, los atropellos, las humillaciones o los muros. La historia sirve para cocinar el presente con recetas del pasado, y no al revés. Sr. López Obrador, no busque culpables en España. México aquí, sólo tiene aliados.