En estos tiempos donde habita y se genera tanta incertidumbre, aunque es cierto que subsistimos rodeados de certezas las cuales no provocan ningún género de sospechas sobre su conveniencia: una silla, una mesa, el agujero en la tapa de los bolígrafos Bic, los relieves de las teclas F y J en los teclados... ; sin embargo, hay otras evidencias puestas en duda por no comprender con facilidad su utilidad y beneficio, como por ejemplo la Feria del Libro, que este año en Málaga recorre un camino más allanado con las vistas proyectadas a la celebración de su cincuentenario para el próximo año 2020.

Comenta el escritor Eduardo Mendoza que una feria es un lugar donde se celebra el libro, al autor y al lector, un acto de hermanamiento, una oportunidad para adquirir información, formarse opiniones, entablar relaciones personales; y también es un homenaje al negocio de editar. Una gran ocasión para comprender que la lectura, que es la raíz de todo lo anterior, es un acto individual y colectivo, una empresa de la máxima trascendencia vital.

De acuerdo con el afamado Premio Cervantes y reivindicando, como éste, la lectura como una actividad imprescindible y estimulante, defiendo la funcionalidad de la Feria del Libro en este período de transformaciones de su consumo. Este evento cultural acoge distintos e importantes cometidos: promueve un lugar idóneo para el verbo leer, la cultura y la educación; es una llamada de atención a los ciudadanos hacia la lectura, ocupando un espacio público simbólico - la plaza de la Merced, decimonónica y liberal - donde introducir a niños, adolescentes y adultos a una mayor y singular relación con el prodigio del libro. Se constituye como la gran librería de Málaga en la que se halla e impulsa la satisfacción por la lectura como forma de vida plena. A persistir.