Casi agostado el tiempo de junio, esperamos anhelantes la entrada del primitivo quinto mes en el calendario romano denominado Quintilis. No fue hasta el 44 a. C. que su apelativo cambió al de julio en honor a Julio César, quien había nacido en este período. Esta mensualidad, ineludiblemente, se vincula con las vacaciones para un gran número de malagueños y no para otros muchos quienes venturosamente hallan la oportunidad temporal de trabajar en esta tierra proyectada de forma inexorable al sector servicios.

Esta ansiada etapa de descanso, según los psicólogos, se entiende como una recompensa por el esfuerzo realizado durante todo el año en la actividad profesional, resultando un importante componente reforzador de la autoestima; además de prevenir la aparición de estrés y los trastornos que éste genera. Así pues, esta época de asueto se percibe como un lapso en el cual poder realizar quehaceres que nos resultan gratos y placenteros para los que habitualmente no se tiene ocasión en nuestra vida cotidiana.

Mientras los bancos siguen clausurando oficinas en Málaga - ya han cerrado 650 sucursales desde el principio de la crisis, cifra cercana a la mitad de las más de 1.400 que llegaron a estar operativas-, justificando esta reducción por la implementación de estrategias de reducción de costes, ajustes de estructuras y la pujanza de la nuevas tecnologías en las gestiones desde el ordenador o el móvil; otro descenso en la provincia más sugerente y alentador es el de los radares fijos y de tramo que registraron 125.198 sanciones por exceso de velocidad, un 25% menos que el año anterior.

Estos datos revelan que los conductores malagueños están gradualmente más concienciados con la seguridad vial y la prevención de accidentes. Ya saben, en vacaciones lo importante es llegar. «Menos velocidad. Más vidas en las carreteras».