Tengo un amigo que defiende que somos la única especie que camina hacia la autoextinción ante nuestra incapacidad para entender que todos nuestros actos tienen consecuencias. Disfrutamos del momento, de nuestro ego, de nuestra felicidad instantánea y no vamos más allá, sin ser capaces de ver que nos estamos haciendo un daño, a veces irreparable.

La mediocridad invade nuestro entorno y nos sumergimos en él sin ningún pudor. Tenemos unos políticos que bloquean gobiernos, no por ideas, propuestas o proyectos, sino simplemente por su ego y una silla. Una silla que pagamos todos. Y lo peor es que no nos importa, sobre todo si lo hace «el nuestro». En el mundo del fútbol asistimos a una guerra de nunca acabar, que solo nos perjudica como espectadores y como consumidores de un producto que cada vez recauda más pero se vuelve menos apetecible. Y en el baloncesto€ pues igual.

El martes como todas las semanas leía el fantástico artículo de mi compañero Juan Carlos Bonilla, y en mi cabeza dejaba una música que me acompañó durante mi juventud y que me hizo continuar con la reflexión que él hacía. «Road to Nowhere» de los magníficos Talking Heads termina con una estrofa que dice: «Te pueden decir que hacer / pero te engañarán / y está bien, baby está bien. / Estamos en un camino a ninguna parte».

Y ahí vamos. La incapacidad para llegar a acuerdos, como en la política, en el fútbol y en tantas cosas nos puede llevar, como dice mi amigo, a la extinción. Nos dicen que es bueno para el baloncesto que crezca la Euroliga, la Eurocup, que la FIBA tenga dos competiciones más, que la ACB no reduzca sus equipos, que se abran las ventanas a las selecciones, que los jugadores vayan en verano a Europeos, Mundiales y JJ.OO., que se jueguen copas y supercopas€ Eso sí, pagando por todo y explotando el físico de unos jugadores que están al borde del colapso por el número de encuentros.

La próxima temporada un jugador como Llull o Abrines que juega Euroliga pueden llegar a disputar 106 partidos, sin contar los amistosos de pretemporada. Jaime Fernández que juega Eurocup y la Ventanas FIBA podría llegar a 96. La final de la ACB podría jugar partidos en días consecutivos y todo con un mes escaso de vacaciones. En la NBA se pueden llegar a jugar 110 partidos pero los jugadores tienen entre 3 y 5 meses de vacaciones al año. Y como decía Aaron Jackson antes de viajar rumbo a China: «En Europa se juegan más partidos que en la NBA y además hay que entrenar». ¿Es sostenible? Yo creo que no. Pero tranquilos porque a «ellos» no les importa. Más partidos son más ingresos en publicidad, más por taquillas, más caros los carnets de socios y sobre todo más sillones y más egos cubiertos. Da igual lo que pase con el deporte, con los aficionados, con los jugadores, los entrenadores€ mientras algunos mantengan su sillón, su nómina intacta y su ego creciendo.

Creo que no es el camino. Que la mediocridad de la mayoría debería dejarse a un lado para llegar acuerdos que por encima de las personas redunden en el beneficio de todos. Es la única manera, aunque permítanme que dentro de mi optimismo enfermizo, en este caso sea pesimista. Suerte€ la vamos a necesitar.