A lo largo de nuestra vida son muchas las situaciones en las que la duda y la desmotivación se apoderan de nosotros generando miedos y bloqueos.

De las primeras situaciones complicadas que experimenté fue la de pretender saber y controlar mi futuro deportivo, saber hasta dónde podía llegar, cuál sería mi mejor destino, mi mejor posición, mis límites. Al acabar la carrera también se suelen sentir muchas dudas, sensaciones de vacío, de incapacidad, inseguridad y miedo a lo que debes o no seguir haciendo. Qué tipo de máster y dónde, el dinero de la familia, la distancia, si se puede compaginar con el deporte, dónde poder trabajar para tener algo de dinero para uno mismo. Una vez que pasas a la vida laboral, estas palabras para muchos tan feas, se convierten en tu día a día ¡más vale normalizarlas!

El primer trabajo tanto si es de tu profesión como si no, también genera dudas, nervios, incertidumbre por saber quién estará contigo, cómo será tu jefe y si tendrá paciencia, sentido del humor, lógica...

Son muchas las veces que laboralmente se tienen malas rachas y se hace complicado decidir cuándo dejar de luchar y acabar con todo, buscar cambios y mirar hacia otro lado. Esto pasa en determinados momentos como lesiones, carreras deportivas, situaciones complicadas laborales, ampliación de la familia, etc. Saber cuál es el mejor momento para decirle adiós a la soltería, al trabajo, a la familia, al deporte, etc. Resulta muy complicado y encontrar el momento perfecto prácticamente se nos hace imposible.

Un buen consejo para esto es tener elaborado un plan cuando ya se haya decidido acabar y cambiar. Esto resulta fundamental para avanzar, poder estar centrado en el nuevo objetivo y cuidar de la salud mental orientándola a nuevas metas. Estar en terreno de nadie no es beneficioso, la incertidumbre es peligrosa.

Otro buen consejo y quizás muchos piensen que es bastante fácil, pero no lo es, requiere algo de lo que tanto me gusta hablar e insisto en aprender: inteligencia emocional. Se requiere saber más de lo que uno piensa y es reconocer lo que uno siente y quiere. Escucharse a uno mismo no es tan fácil como parece y requiere formación y práctica para sacar el mayor beneficio posible. Por desgracia no nos enseñan desde pequeños a conocernos y saber escuchar a nuestro cuerpo, mucho menos a los demás.

«La mayor sabiduría que existe es conocerse a uno mismo», apuntaba Galileo.

Descontrolamos nuestras emociones y apenas sabemos gestionar las de nuestro alrededor, nos comportamos de manera egoísta cuando la rabia o el miedo se apoderan de nosotros, las comparativas destruyen nuestra confianza, tomar determinadas decisiones nos aterra, el rechazo nos hunde, la culpabilidad nos bloquea y la vergüenza nos limita.

Estar condicionados por uno mismo, nuestro alrededor y la sociedad sin conocernos a nosotros mismos solo nos hace esclavos.

Aprender a dialogar de manera interna, reflexionar y explorar nuestro yo interior, trabajar la respiración, la soledad y el control de nuestras emociones nos ayudará a ser más libres, aceptando las dudas y las críticas y sobrellevando las desmotivaciones, tomándolas como retos temporales.

Enseñar a ser feliz supone ser libre, y la libertad se alcanza conociéndose a uno mismo. No eduquemos en que la felicidad es la ausencia de dudas, miedos, bloqueos y dificultades, sino que para ser feliz hay que vencer a los miedos, superar los bloqueos, trabajar las dificultades y también aceptar las dudas como parte del cambio. Cambiar significa progreso, avance, mejora...