El pasado jueves se cumplieron veinte años de aquel domingo en el que unos chavales en Lisboa hicieron una proeza. Bueno, proeza para todo aquel que entendiera de baloncesto y tuviera que apostar por quién ganaría la final de un Mundial júnior, la sempiterna ganadora Estados Unidos o los españolitos. Para aquellos chavales no fue ninguna proeza, ellos tenían claro antes de disputar aquel partido que iban a ganar, que serían contra todo pronóstico campeones del mundo.

Esa fecha, 25 de julio de 1999 fue claramente un antes y un después para nuestro deporte. Y es que muchos entendidos en la materia se lanzaron al ruedo diciendo que aquello no se volvería a repetir, que fue un espejismo. Pero los chavales estos de la generación del 80 fueron tomando la selección absoluta y demostrando que de eso nada, que volveríamos a ser campeones de Europa, del mundo y a ser medalla olímpica.¡Vaya la que han liado estos niñitos en estos años!

Aquel equipo era letal. Quizás por eso, porque era un equipo. Todos teníamos claro que no estaban los mejores. Las lesiones provocaron algunas ausencias. Pero Charly Saínz de Aja, en vez de llorar por los que no estaban, en vez de seleccionar simplemente a todos los mejores en sus puestos, reclutó a los que pensaba que más podían ayudar a confeccionar el mejor equipo posible. Y repartió los roles con auténtica maestría. Parece mentira que en un equipo donde estaban Pau Gasol, Juan Carlos Navarro, Raúl López, Felipe Reyes, Carlos Cabezas, Berni Rodríguez o Germán Gabriel lo más importante fuera el «equipo». Todos asumían su rol en bien del equipo. Nadie hacía nada que no fuera lo que el equipo necesitara de él. Y esa fue la clave de aquella selección júnior, el equipo.

No voy a pecar de abuelo cebolleta pero aquel campeonato fue la leche, en todos los sentidos. Allí compartimos comedor con un nigeriano que debió caerse en la marmita de la eterna juventud y ya había jugado el campeonato del mundo júnior varias veces. Y eso que se jugaba cada 4 años... Jugamos partidos increíbles contra selecciones impresionantes. Vivimos muy de cerca toda la parafernalia que rodea a la selección de Estados Unidos. Allí estábamos con los mejores compitiéndoles, ganándoles, pero con la más absoluta normalidad.

A pesar de todos aquellos nombres, la estrella era Charly. Y no lo digo porque sea mi amigo. Estoy seguro de que si preguntamos a cualquiera de aquellos jugadores, respondería igual. Charly te hacía sentir importante. Y es que, para alguien que tanto cree en el equipo, era vital potenciar a su equipo de trabajo. Repartía el trabajo con confianza absoluta en los que trabajábamos con él. Delegaba sin creerse más importante que nadie. Tenía una habilidad especial para manejar a los grupos, siendo capaz de quitar presión después de perder un partido que nos obligaba a no fallar en el siguiente a base de collejazos a los jugadores.

Allí descubrimos a Pau, un niño que, todavía no estaba físicamente preparado porque no había acabado de desarrollarse, pero que todos sabíamos que sería muy bueno. O a Navarro, que con lo poquita cosa que parecía lo grande que era en la pista. A ese Raúl López, tan tímido fuera de la cancha y con tanta personalidad dentro. A Felipe Reyes, que tenía algo que no se entrena pero que a él le hacía ser imparable en el rebote. O a los malagueños Carlos, Berni y Germán, que eran básicos dentro y fuera de la cancha. Pero también estaban Félix Herraiz, Cesc Cabezas, Antonio Bueno Julio González y Souley Drame. Todos tuvieron protagonismo en aquel campeonato y una enorme importancia en aquel equipo.

Esa generación de jugadores ya se va retirando. En activo quedan Pau Gasol, toda una institución en la NBA, Felipe Reyes y Carlos Cabezas, que sigue jugando con la máxima ilusión en Uruguay. Seguro que llegará pronto el momento en que todos se hayan retirado de las canchas. Pero será imposible que sean olvidados. Ellos son leyenda y han escrito muchas de las páginas más importantes que existen en el baloncesto español. Y lo han hecho así, como aquel verano del 99, demostrando que el equipo está por encima de todos.