La magia del fútbol reside siempre en verlo como un juego imaginario de niños, donde dos simples piedras puedan diseñar una portería ficticia y las paredes de las casas sirvan para delimitar los límites del terreno de juego, dejando por el camino algún que otro daño colateral en forma de cristal roto entre el sollozo vecinal. Esa es y será la verdadera esencia del balompié y la filosofía de vida de Tomás Felipe Carlovich, que al igual que Peter Pan, jamás quiso crecer para permanecer siempre siendo un niño enamorado de un balón.

El Trinche, como así era conocido el menor de siete hermanos, nació en Rosario el 19 de abril de 1946 y se crió en el popular barrio Belgrano. La escasez de recursos familiares no le privó de llevar una infancia feliz, siempre acompañado de un balón, ¡claro está!

Su mundo imaginario le llevaría a dibujar en su mente las jugadas más maravillosas e inverosímiles que nadie antes haya plasmado sobre un terreno de juego hasta el punto de que en 1993, cuando Diego Maradona fue contratado por Newell's, un periodista le confesó su orgullo por recibir en Rosario «al mejor jugador», a lo que Maradona respondió: «Yo creía que era el mejor, pero desde que llegué a Rosario escuché maravillas de un tal Carlovich, así que ya no sé...»

Se inició en las categorías inferiores de Rosario Central, pero su forma peculiar de ver la vida y como no el fútbol, le hizo vestir la remera de un sinfín de equipos aunque sería en Central Córdoba (1972) donde echaría raíces y desplegaría su mejor juego siempre en divisiones inferiores. Su paso por la 1ª División fue fugaz con tan solo 3 partidos disputados en las filas de Colón y donde curiosamente en los tres caería lesionado, y es que el trinche no estaba hecho para jugar ante miles y miles de hinchas, a él le gustaba mostrar su arte a sus más allegados deleitándoles con él famoso «doble caño» que tanto popularizó. Así era él.

Hay muchos que afirman que le llegaron a ver en un partido con el balón cosido al pie durante 10 minutos sin cesar hasta que un defensa le cazó. En otra ocasión, jugando para Central Córdoba, fue expulsado por el árbitro tras un choque contra un defensa rival. Sin embargo, la reacción del público (que había acudido al partido fundamentalmente movido por el afán de ver jugar al Trinche) obligó al juez a meditar su decisión, permitiendo que Carlovich regresase y terminara el partido.

Pero su mayor revalida llegaría el 17 de abril de 1974.La Argentina de Vladislao Cap se preparaba para el Mundial de Alemania y se midió en un amistoso contra un combinado rosarino dirigido por Juan Carlos Montes técnico de NOB y Carlos Timoteo Griguol, de Rosario Central. Alguna vez Montes contó cómo se armó el equipo. «Griguol me dijo que sería bueno llevar a un jugador de Central Córdoba. Y yo le dije 'Y llevemos a Carlovich'». Y así fueron cinco jugadores leprosos, cinco canallas... y «El Trinche». La selección rosarina formó con Biasutto; Jorge González, Pavoni, Capurro y Mario Killer; Aimar, Carlovich, Zanabria; Robles, Obberti y Kempes. La selección absoluta jugó con Santoro; Wolff, Togneri, Sa y Tarantini; Brindisi, Telch y Poy; Houseman, Potente y Bertoni.

Los rosarinos le dieron una verdadera lección de juego a la Selección Argentina y al finalizar el primer tiempo ya ganaban por 2:0 en cancha del parque Independencia de NOB. Tal fue el baño local que en el descanso, el seleccionador argentino pidió que sacasen a Carlovich del terreno de juego. El «Trinche» había jugado el partido de su vida y el resultado final fue 3-1.

Cuenta César Menotti que lo invitó a entrenarse con la selección en 1976 pero nunca llegaría a producirse tal hecho ya que como así mismo relató «El Flaco»: «No sé si había salido a pescar o a una isla. No lo recuerdo, pero la respuesta que me dio fue que no pudo regresar porque el río estaba alto».

La bohemia vida de él «Trinche» siempre había tenido una filosofía propia, la cual podemos resumir en sus propias palabras:

«¿Qué es llegar? La verdad es que yo no tuve otra ambición más que la de jugar al fútbol. Y, sobre todo, de no alejarme mucho de mi barrio, de la casa de mis viejos, de estar con el Vasco Artola, uno de mis mejores amigos...» «...Para mí, jugar en Central Córdoba fue como jugar en el Real Madrid».

Genio y figura.