El destino es el carácter (Heráclito), y los pueblos tienen un carácter (que los hace pueblos). Sobre qué cosa sea el carácter y cómo se forma hay tantas respuestas que no hay respuesta, pero una más sería que viene de mirarse en el espejo y gustarse, con lo que uno tiende a imitarse una y otra vez, hasta enamorarse, formar costra y hacer callo. El carácter vendría así del gusto acorazado en amor propio. De hecho en España estamos muy enamorados de cómo somos, y aunque a veces reaccionamos contra nosotros mismos es por hartazgo de tanto querernos. «Yo soy así», «es mi modo de ser», «cada uno es como es», son frases que, en singular o en plural, se dicen siempre con íntima satisfacción, aunque uno sea un desastre, y lo sepa. Bien, ya se ve las vueltas que hay que dar para encontrarle una explicación al no-pacto. De tan inexplicable como es, solo queda echar mano del amor propio.