De cabreo en cabreo. Y tiro porque me toca. Frustración y desesperanza, pero iré a votar el 10N. No en vano y con más de una noche en barrotes nos dimos la satisfacción, como pueblo, ganarnos en la lucha y en la calle el derecho a votar. Y no voy a renunciar a ello. Ni tampoco mi familia más cercana. Dicho lo cual, permitid un poco de desahogo.

El estado de la crispación sigue instalado en la política española y seguirá in crescendo; al menos eso parece. Y no se salva nadie, ni por la derecha n i por la izquierda. Este estado de tensión donde domina el relato de buscar culpables en la otra orilla y no en la propia puede hacer que la clientela, quien está llamado a depositar el voto, busque otros refugios, que no las urnas. O sea, desafectos hasta la saciedad, cansados de que le tomen por el pito del sereno. A lo mejor hay que ir pensando, como alguien ya ha insinuado, buscar otras caras y los cuatro que en pocos días pueden estar colgados de farolas (el careto, me refiero) podrían coger las de Villadiego o, como se dice en mi tierra, irse a Polopos (Granada) a buscar esparto o extasiarse con increíbles amaneceres. Nada de eso ocurrirá. Tendremos los mismos caretos, los mismos grillos, las consabidas promesas, la cascada de insultos y mentiras y habrá una cosa clara, de entrada: si la izquierda sumara, que está por ver, no habrá gobierno de imposición, lo que pretendía Pablo Iglesias y que consiguió que Sánchez lo pusiera de rodillas y en cruz, como el niño díscolo que quería su golosina para no terminar triturado por parte de su partido. Iglesias e Irene Montero se han ganado un preclaro lugar en la historia fallida de unir la izquierda. Por cuatro veces negaron a Pedro y éste, que se le había jugado en su partido al ofrecerle una vicepresidencia (Irene Montero) y tres ministerios, recogió aguas y sin acritud, como diría aquel, los mandó a hacer gárgaras, por no decir otra cosa.

O sea, que llevamos no sé cuántos meses en campaña, con un desquiciado Rivera haciendo propuestas desquiciadas, mientras que Casado, bien orientado y no precisamente por Cayetana Álvarez, se refugia en personaje que nunca ha roto un plato. Casado, con la agresividad justa, les pondrá el cencerro a los dirigentes cafres de Vox y con las huestes de Rivera jugará a la oca y tiro porque me toca. Casado, hundido en la miseria de los peores resultados de la historia del PP, quiere meter el cazo en la extrema derecha (Vox) y en la derecha acomplejada (Ciudadanos) para reactivar un PP cada vez más desnortado, a ver si con ello endereza el desajuste de un partido no acostumbrado a vegetar en la oposición. No habrá España Suma; habrá España dividida en tres derechas, lo que pagarán en las urnas. Y de esta derecha, Ciudadanos buscando oxígeno, como el que está en el pozo de los políticos muertos. Rivera se la juega. No consiguió superar el PP de Casado y lleva camino de hundirse en la miseria electoral. Ni la sonrisa vacua de Arrimadas y el voluntarioso entrecejo de Girauta o de Villegas, como tampoco «Cocacolo» lo salvarán. Como pierda, y eso parece, tendrá que buscarse otros olivos, como cada mochuelo.

La izquierda no lo tiene mejor. Pedro Sánchez, el resistente, aparece como ganador, pero que no se lo crea. Eso, al menos, deberían decirle sus más próximos asesores. Los ciudadanos que votan a la izquierda están hasta los cojones porque no terminan de entender el relato de que su socio preferente, Unidas Podemos, les hizo la pachanga. Era y es, eso parece, socio poco creíble, roto internamente y que sigue sin apearse del burro de entrar en el Gobierno, con ordeno y mando en plaza. Sánchez no volverá a caer en el caos que envolvió la negociación por parte de Unidas Podemos. Por resumir: no quiero vicepresidencia y tres ministerios y, ahora, en segunda vuelta, sí. Calenturas del verano. Iglesias se ha cubierto de gloria. Y él lo sabe.

Pedro Sánchez ya ha pedido una respuesta en las urnas para no caer en manos de los partidos independentistas y tener fuerza suficiente para negociar un Gobierno sin imposiciones dogmáticas. Por la derecha (Ciudadanos) o por la izquierda (Unidas Podemos). El caso es gobernar y sacar adelante sus 370 medidas, largamente trabajadas y pensadas con la sociedad civil. Queda ver qué hace Errejón, cuña en la izquierda que puede meter los caballos en la cuadra de Pablo Iglesias y, quizás, también al PSOE. Veremos.

Y estoy con el Padre Ángel, invitado por Unicaja Banco (un acierto) para hablar a calzón quitado en nuestra ciudad: «Quien no vote que no proteste después». Pues eso.