Buena parte de las creencias son tontas, pero tal vez la más estúpida sea la fe en el progreso indefinido de la humanidad y en su capacidad para superar las dificultades que se le opongan. Esta creencia ignora por completo las leyes conocidas sobre la vida de las especies y la vida en general, y en el fondo descansa en otra creencia tonta (y fatua), la de que el hombre está por encima de esas leyes. Se trata, sin duda, de la más extendida de las estupideces, pero su eficacia es tal que no hay quien se libre de que se le acabe entremetiendo en el cuerpo. Es una fe dogmática como pocas: decirle a un creyente en ella, por ejemplo, que la desaparición en Europa de la mitad de las aves en las últimas décadas demuestra que nuestro medio se está haciendo inhabitable, y que sin pájaros no habrá vida tampoco para el humano, hará que nos mire como a un pirado, o un hereje de la fe en el progreso.