Se han vuelto pequeños y presos de sí mismos. Nunca como ahora en nuestra democracia el discurso en privado y el discurso público estuvieron tan alejados. La afirmación me la hace uno de los líderes políticos que se presentan a las elecciones generales el 10 N. Otra de las frases que repiten algunos políticos que llevan meses en campaña, pese a que la campaña empezase oficialmente anteanoche, es: todos estamos muy cansados. También el ciudadano lo está. Aunque ese cansancio los demostrará en las urnas dentro de ocho días. O no.

Bandera

Cuando el dictador manoseó los tópicos de la patria española y la bandera hasta apropiárselos para su obligada gloria, un daño que aún nos daña como españoles, no tuvo pudor alguno en repetir aquello de una, grande y libre, pese a que la España de la posguerra estaba ya muy lejos de la perdida España imperial. Desde la Transición, a España le cuesta ser una, en parte por la deslealtad de alguna de las 17 comunidades que administrativamente la componen según el Título octavo de la Constitución, a la que está dedicada la plaza central de Málaga. Allí, sin embargo, se han arropado ya el PSOE, primero, y anteayer el PP, con la bandera de España (la que una parte sigue identificando con la voladora momia de Franco, en parte con interés electoral para encandilar a un suelo sociológico que ha de mimar). El vergonzante estallido en Cataluña, el de los mismos que dicen defenderla rompiéndola y quemándola, ha hecho que en la campaña electoral oficialmente más corta de la democracia española y, sin embargo, también la más larga de manera oficiosa, que se vuelva a recurrir a la unidad de la España, una, frente a la peligrosa ida de olla del gobierno de la Generalitat.

Una

Tan sólo Unidas Podemos, y dentro la absorbida IU, mantienen las distancias y siguen abanderándose con la tricolor republicana. Alberto Garzón, a quien se le nota poco la falta de sueño pese a que su Olivia, de catorce meses ya, no sólo se lo quita a su mami, de nuevo felizmente embarazada, debería recordar cómo perjudicó al voto de la formación nacional la cercanía con el mundo independentista de Ezker Batua, la formación vasca. Pero no hay tiempo para más, la suerte está echada y la gente cansada. También para Ciudadanos, que se juega incluso la pervivencia del liderazgo de Albert Rivera el 10 N. Él es el responsable de que la formación de centro haya perdido pie jugándose las dos piernas a ganar al PP por la derecha. Rivera vio el hueco y apretó tanto el acelerador, que se dejó el motor en la pista y se quedó sentado en el chasis.

Grandes

Casado apostó por la barba de Rajoy y, acercándose al centro que pareció abandonar Rivera, siguió en la carrera. Ambos hicieron un ejercicio de contorsionismo que recordaba a Linda Blair, la actriz aún niña de El Exorcista (William Friedkin, 1975), cuando giraba su cabeza con una sonrisa que te helaba la sangre. Pero parece que el electorado está más dispuesto a perdonárselo a casado que a Rivera. Si de verdad esto es así o no, el 10 N lo sabremos. A propósito, el candidato malagueño de la formación naranja, Guillermo Díaz, uno de los diputados revelación del Congreso, también es papá de un bebé con nombre de conquistador, Hernán, de la misma edad más o menos que la niña de Alberto Garzón. Cuando se encontraron el jueves en 7 Tv en Málaga se preguntaron por ellos con normalidad humana, lejos de parecer alguno de los dos ningún marciano. En las redes, siempre proclives al exceso y a la irreflexión, el cinéfilo Díaz le había respondido a un tuit sobre la revuelta en Cataluña a Garzón que en Independence Day él iría con los marcianos. A partir de ahí muchos se confundieron con las películas y citaron a Mars Attack. Pero entre el director de la primera, Roland Emmerich, y el de la segunda, Tim Burton, hay grandes diferencias que van de la belicosidad dramática a la comedia más irónica. Felizmente, en privado ambos son más Burton que Emmerich, y más carne y hueso que celuloide o frame digital.

Libres

La niña del exorcista y otros personajes aterradores paseaban anoche por las calles españolas. Un tipo disfrazado de esqueleto, con hiriente sarcasmo, cuando se cruzó con una de las comitivas que se afanaban en Málaga en escenificar el inicio oficial de la campaña electoral, aunque ya apenas se peguen carteles y casi todo se quede en un minimitín y cuatro fotos, dijo: Ahí van esos, disfrazados de vampiros. Daba mucho juego observar a los políticos mezclarse con los demás monstruos en la calle en pleno Halloween. Pero, contra pronóstico, no me duró la sonrisa como me hubiera durado en otro tiempo. Cada vez me aburren más los chistes fáciles contra los políticos. Por edad y oficio ya conozco, incluso, a personas que antes practicaban la crítica fácil y generalizada a la clase política y hoy forman parte de ella. Y no siempre con dignidad. El sábado que viene, que toca reflexionar, le daré vueltas al asunto. Hoy no... Porque hoy es Sábado.