Entre las sesenta y dos nuevas palabras que la Real Academia Española (RAE) ha admitido, según la noticia publicada el día 7 de este mes de noviembre, figura arboricida, cuyo significado es persona que «destruye los árboles».

La admisión e inclusión de esta palabra en el diccionario de la RAE se remonta nada menos que a los años de la década de los 60, cuando su creador, Antonio Canca Guerra, se la propuso al académico Joaquín Calvo Sotelo.

Antonio Canca Guerra, malagueño nacido 1926 en la calle Santa María, oriundo de Tolox, y fallecido en 2006, fue un hombre enamorado de la cultura en general y de la historia de Málaga en particular. Aunque pertenecía al cuerpo de la Policía Municipal con el grado de sargento, esta actividad profesional no le impedía el estudio y entrega a sus inquietudes culturales. En la prensa malagueña publicó artículos sobre los errores descubiertos en la rotulación de las calles, en su motocicleta recorría la ciudad fotografiando todo lo que estaba mal escrito€ y, ante los atentados que se cometían en el arbolado de la ciudad, inventó la palabra arboricida; si alguien mata un niño el autor es un infanticida, si alguien comete un homicidio y se le acusa de homicida, el que destroza un árbol es un arboricida, decía Canca para justificar la palabra que más de cincuenta años después se ha incluido en el diccionario de la RAE.

Mantuvo correspondencia con Calvo Sotelo, que acabó otorgándole el título de Alguacil del Idioma.

Como el legado de Antonio Canca creo que está en la biblioteca pública municipal que lleva su nombre en Tolox, no será difícil localizar las cartas que se cruzaron no solo con el académico citado sino con otros hombres de la cultura. Publicó numerosos artículos en la prensa local bajo el seudónimo de Zegrí, el último alcaide musulmán de Málaga.

Lo dicho: la palabra arboricida fue inventada o creada por el malagueño Antonio Canca Guerra allá por los años 60 del siglo pasado.