Generalizaciones como la de la gente no quiere trabajar son fáciles de escuchar en cualquier tertulia informal entre amistades, donde se aprovecha el momento de un café para arreglar el país. Si cualquier generalización sobre las personas es de partida errónea, ésta en concreto es especialmente dura de escuchar para los profesionales que nos dedicamos a la orientación laboral. Más aún si la mayor parte de las personas que uno atiende son, en la jerga de recursos humanos, profesionales senior expertos.

Me refiero a personas con gran experiencia profesional, que han crecido conjuntamente con la empresa que suscribe la mayor parte de su vida laboral, y que se quedan en situación de desempleo siendo mayores de 45 años. Son personas con un amplio conocimiento de su sector, que se han enfrentado a numerosos retos laborales y que han desarrollado un perfil de competencias profesionales de gran valor. Aun con esta gran carta de presentación, pronto suelen caer presas de una idea: «el mercado no contrata gente de mi edad». Las cifras de los observatorios de empleo avalan en parte esta afirmación. Para la provincia de Málaga las personas mayores de 45 años constituyen el 46% del total de las personas desempleadas, si bien solo reciben el 25% de los contratos que se efectúan en el territorio. Parece ser que en sociedad actual, alguien mayor de 45 años es joven para disfrutar de la vida, pero mayor para trabajar.

Orientar laboralmente a estas personas supone acompañarlas en un proceso de búsqueda de empleo en un mercado que de entrada no es muy permeable a su contratación. Esta circunstancia obliga a mantenerse más tiempo buscando activamente empleo para conseguir éxito, en algunos casos, más de un año. No es nada fácil permanecer un año buscando, con dedicación y entrega, cuando no se ha conseguido ni llegar a una entrevista de selección de personal. El desempleo para estas personas se parece mucho a una enfermedad grave que aparece de modo inesperado. Genera una sensación de indefensión; mina el estado de ánimo y autoimagen; provoca la duda sobre la propia capacidad profesional; propicia ideas muy negativas respecto al futuro y carga la situación personal de mucha angustia vital. Recientemente una de las personas que asesoro, Natalia, me contaba la ansiedad que supuso que para ella efectuar su segunda renovación de la demanda de empleo. Ella me sugería que junto con su nueva demanda de empleo, estaría bien recibir un mensaje del tipo «Tú puedes, lo vas a conseguir».

El personal de orientación tenemos que esforzarnos para conseguir que las personas que atendemos no caigan presas de la desesperanza y que encajen el golpe que supone estar en situación de desempleo del mejor modo posible. Y desarrollando esta apasionante labor uno se encuentra auténticos modelos de superación personal que dan sentido a nuestro trabajo. Me viene a la cabeza Rafaela, que se pone la ropa de deporte y sale a correr en esas mañanas en las que los portales de empleo no le dan una oportunidad. También Antonio, que apoyándose en la meditación replanteó su trayectoria profesional y realizó un Ciclo Formativo de Grado Superior. Incluso Lourdes, que venía religiosamente tres días en semana a la sala de ordenadores con la que contamos en la Asociación Arrabal-AID a buscar trabajo durante ocho meses seguidos hasta que consiguió un empleo, sin faltar ni uno solo. Podría contar muchas historias que han acabado bien y por desgracias algunas que no.

La experiencia me indica que con perseverancia, tiempo y una adecuada estrategia de búsqueda se consigue la inserción laboral. Ahora bien, entiendo que es necesario provocar un cambio en nuestro mercado de trabajo donde dejemos de mirar fechas de nacimiento y atendamos al potencial de las personas. Y este cambio no es solo responsabilidad de las administraciones públicas y las empresas; considero que es responsabilidad de toda la sociedad.