Mi amiga C. ha manifestado su enfado en las redes sociales ante la noticia de que el ayuntamiento de su ciudad ha cuadruplicado este año la cantidad destinada al alumbrado navideño con respecto al ejercicio anterior. C. vive en Zaragoza, que ha presupuestado una partida de 400.000 euros para tal fin, frente a los 100.000 de las navidades pasadas. Caray, menuda subida; casi medio millón de euros se me antojan una barbaridad de dinero. Eso sí, espero que C. no se entere de la cantidad que los malagueños reservamos para las luces de navidad en nuestras calles, pues es probable que le dé un patatús. Veo por el rabillo del ojo los titulares de la prensa local que informan de que dichas luces nos van a costar este año la friolera de 806.000 euros, más del doble que Zaragoza, que tiene 100.000 habitantes más que Málaga. Para más inri, de esos 806.000, 532.000 están asignados en exclusiva a calle Larios. Sí, las luces de calle Larios consumen más presupuesto que las de toda una ciudad de casi 700.000 habitantes. Verás qué susto se lleva C. cuando lea estas líneas. Qué mareo de cifras. Además, ¿son altas o bajas esas cantidades?, ¿cuánto dinero requiere un alumbrado de Navidad? El cometido parece ser que lo cumplen: dicen que se organizan excursiones desde allende las Pedrizas para contemplar (y oír) el atronador espectáculo malagueño. Cosas veredes, amigo Sancho, que decía nuestro venerable hidalgo.

Está bien jalonar el calendario con fiestas que conmemoren los ciclos vitales; los ritos son necesarios en toda civilización que se precie de tal. Lo que pasa es que, a veces, entre tanto ruido ya no me acuerdo si lo que se celebra es el Black Friday, el día de acción de gracias o alguna otra cosa.