La desilusión produce un movimiento sísmico. El desencanto un dominó derribado. Ver porcesionar el Jueves Santo el trono de La Cena, por ejemplo, en Málaga, a quienes desde niños lo ubicamos en el Domingo de Ramos, produce literalmente desencanto. El encantamiento de seguir didácticamente el proceso de esa historia que tantos consideran sagrada, aunque cada vez sea más esclava de los pragmatismos y menos de la magia narrativa que representa, se esfuma con la mezcla de crucificados y dolorosas ante la mirada de un niño. Ése que algunos éramos cuando aquella enorme mesa llena de personajes y símbolos pasaba tapando el sol que siempre suele hacer el casi primer día de las vacaciones. Luego te haces mayor y la desacralización lo contamina todo. Incluida la política y, para desgracia de los contrapesos del sistema, también los sindicatos€

La Historia de los más desfavorecidos habría sido peor aún de lo que les correspondía por hecho y derecho si el movimiento sindical no hubiese existido. No por casualidad el origen griego del vocablo sindicato viene a significar con justicia o algo similar. De las primeras 'sociedades de ayuda mutua' que fueron surgiendo entre los siglos XVIII y XIX, paralelas al nacimiento de lo que luego se llamó clase obrera, hoy tan desdibujada, el siglo XX comenzó ya con un movimiento sindical incontestable.

Aún a riesgo de simplificar en exceso, asumo, la mayor desnaturalización del sindicato como herramienta de justicia social viene de su propio éxito. Y con ella llegó el desencanto de quienes se vieron abandonados y solos por un movimiento sindical que se acomodó a las mejoras conseguidas en los derechos laborales y al enriquecimiento progresivo de la sociedad que, aunque desigual, se ha ido produciendo desde la llamada Revolución industrial hasta nuestros días.

Los necesarios liderazgos representativos devinieron en personalismos vitalicios. Ahora que se ha estrenado 'El irlandés', por ejemplo, dirigida por Martin Scorsese, podemos reconocer en medio de ese entramado mafioso a Jimmy Hoffa. Encarnado por un estupendo Al Pacino, Hoffa fue un turbio activista sindical que marcó la historia sindical norteamericana. La lucha por los derechos de los explotados devino en defensa de lo que obreros o autónomos dependientes vieron y ven como privilegios de trabajadores públicos y de grandes empresas con empleo estable y, por ello, en un mundo neoliberal y con más demanda que empleo, mucho menos necesitados de que se defiendan sus derechos consolidados.

Pero volvamos al derrumbe de las fichas del dominó. Hay pocas cosas que hieran más la esperanza que la corrupción de quien te la promete. Hoy cuesta menos creer en las hadas que tener fe en algunos políticos y, si esto sigue así, en algunos sindicatos. El daño moral que produce el informe de la Fiscalía Anticorrupción que acabamos de conocer respecto a UGT no es menor. UGT de Andalucía habría desviado cerca de 50 millones de euros que eran para los parados, mediante los famosos cursos de formación, obtenidos de subvenciones del Gobierno andaluz en 2013. Unas subvenciones que les fueron concedidas en una comunidad, dice el fiscal, «donde el paro es un grave problema». Se piden 26 años de cárcel y 200 millones de multa. Veremos. Pero no pinta bien y la rayita que pinta es una más en el maltrecho cuerpo del antaño tigre sindical.