La magia de Málaga es tan heterogénea que, en no pocas ocasiones, relativiza parámetros totalmente acotados bajo las sólidas medidas de lo empírico. Es por ello que la calle Victoria siempre se me antoja, mida lo que mida, la calle más larga del orbe. Sobre todo, cuando uno la recorre al mediodía y desde su raíz, esto es, desde la Merced. Subirla a pie, hasta el Compás, es una hazaña sustancialmente desalentadora. Créanme: a vuelta del trabajo, sale más a cuenta participar en un triatlón Ironman que enfrentarse al horizonte infinito con el que te enfrenta la calle Victoria. Pero, gracias a Dios, ya lo cantaba Drexler, «no todo está perdido». La vida y los entornos son sabios y suelen facilitar este tipo de coyunturas a aquellos que saben mirar más allá y, sobre todo, más acá de las dificultades que afloran a nuestro paso. En mitad de estos desasosiegos, emergen incuestionables lugares de paso que permiten un alto de calidad en el camino. Permítanme dejar claro que, si bien en cualquier ubicación se pueden hacer paradas, por el contrario, no cualquier lugar goza del frescor de espíritu que irradian los verdaderos lugares que predisponen un alto en la ruta. Les hablo de enclaves que tienen en su esencia, no el destino final e intencionado del viajero, que también pudiera ser, sino, por encima de ello, el cómodo reposo momentáneo desde cualquier quehacer de lo cotidiano. En la infinitud de la calle Victoria, La esquinita del chupa y tira brota como un suspiro deseado, como un alto donde reposar, una sombra en la vereda, una fuente inesperada, un respiro en la aldea de Bree, un Póney Pisador, si ustedes me lo permiten. En aquel pequeño local confluyen, como un crisol de culturas y sin ánimo alguno de pretensiones subidas de tono, los aires del norte de Italia y las brisas malagueñas. Todo ello hilvanado, sin impostura ninguna, en una suerte de fresca mezcolanza en la que, también por arte de magia, no se aprecian las costuras. La esquinita del chupa y tira es un lugar sencillo que invita, simplemente, a parar. Y ésa es, quizá, la clave de su hechizo: uno no acuerda ir pero, si pasa por sus lindes, el alto y el vermú son inevitables. A veces, tan sólo diez minutos bastan. Allí, siempre está ella: imparable, risueña y atenta, regentando un negocio que quién nos iba a decir que acabaría regentando alguien que tuvo a bien nacer en un lugar de cuyo nombre no quiero acordarme, a unos doscientos kilómetros de Turín. Allí, mi mujer y yo hacemos parada una vez a la semana. Como les digo, diez o doce minutos son suficientes para adentrarse en una calidez donde los presentes dejan de ser clientes para convertirse en parroquianos o peregrinos. Todo es fácil, sencillo, cómodo y cálido. Allí, verdaderamente, uno descansa el cuerpo y el espíritu. En ocasiones, durante el tiempo justo y necesario en el que, desde otro local cercano, tardan en prepararse para su recogida las pizzas de los niños. Allí, en La esquinita del chupa y tira, uno es como realmente es, y no otra cosa. Ella, la mujer que sostiene este oasis, ya nos conoce, así como la motivación que nos lleva a arribar cada semana a su casa: un cálido y original lugar donde el salchichón de Málaga y el parmesano se llevan más que bien, un negocio sin postureo, ajeno al escaparatismo del marketing artificial, pero portador de la inevitable luminosidad que irradia la esencia de lo auténtico. Y, por encima de todo, ella. Al tanto y pendiente de todo, como una discreta luz en medio de la noche. Una mujer cuya historia desconozco pero que, sin duda, y desde que partió de su lugar de origen, ha tenido que sostener más de un alto en el camino hasta llegar a nuestra tierra, que ahora también es la suya. Probablemente, es su historia la que, a través de ella, nos regala tales sensaciones. Una mujer, todavía sin nombre, que, desde el irremediable misterio que abarca todo lo innombrable, me lleva a parafrasear desde Málaga y su calle Victoria, desde las gracias del vermú que tan grácilmente me sirve, las referencias de su gran paisano de Alessandria: «Stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus».