La noche del lunes, un tuit de Jaume Ripoll Vaquer (@JaumeRV): "¿Cancelarán el Festival de Málaga? Esa es la pregunta que se hace media industria". El runrún se hizo patente. A la inquietud del director de Filmin se sumaron responsables de prensa de productoras y distribuidoras (madrileños) de las películas que componen (¿componían?) la Sección Oficial de la aplazada vigésimo tercera edición del certamen: con sus hijos sin colegio, ¿cómo iban a venir a trabajar aquí? Y si se decretaba la cuarentena en medio del festival, ¿cuándo regresar a sus hogares, más allá de Despeñaperros?

Se cernían demasiadas incertidumbres como para que se celebrara una cita como ésta. Por ejemplo, me cuentan que algunos ya estaban detallando un protocolo de alfombra roja sin selfis, ni contacto entre los actores y actrices con los fans en la puerta del Teatro Cervantes: las productoras iban a vetar terminantemente a sus intérpretes los besos y los abrazos y el face to face con los buscadores de autógrafos. Y eso sería cargarse directamente una de las señas de identidad del Festival: la cercanía del público, su calor y efusividad. Y cuando peligra lo que te identifica, quizás sea momento de replantearse tajantemente el asunto.

La decisión del equipo capitaneado por Juan Antonio Vigar ha sido, ante todo, valiente. Podrían haber agachado la cabeza y esperar a que el Ministerio de Sanidad dictara la suspensión de acontecimientos como el Festival de Málaga por el riesgo de propagación del coronavirus (que se comieran el marrón ellos); afortunadamente, desde el certamen le han puesto el cascabel al gato y han dado muestras de sensatez y responsabilidad.

Y no ha debido de ser fácil, porque supone tirar a la basura buena parte del trabajo de programación y gestión de todo un año, además de dejar a muchos sectores de la ciudad sin esos suculentos dividendos aparejados a la celebración del certamen. Pero es que, en realidad, ¿por qué celebrar una fiesta, la fiesta del cine español, si no tenemos el cuerpo para cachondeos? Ojalá el sector se una y ayude al Festival a encontrar nuevas fechas de consenso para este año, que se lo pongan fácil, que sean lo más flexibles posible para que la cita se celebre finalmente con garantías de mantener su identidad, sin perder ni un ápice en su apuesta.