Este fin de semana se reanudó el fútbol alemán. Ahí es nada. La plataforma de televisión que tiene los derechos de retransmisión en España de esta competición anuncia los partidos a bombo y platillo. Las emisoras de radio más importantes de aquí van a radiarlos. Y esto sucede porque tendrán cierta seguridad de que habrá aficionados que no podrán resistirse a verlos. ¡Letal! Esa afición tiene todo mi respeto. Incluso mi admiración por ser tan fieles a su deporte preferido que disfrutan un partido entre dos equipos donde no conoces a los jugadores y sin importarles quién gana. Con el corazón en la mano, tengo que decir que la liga alemana me interesa cero patatero. Para mí la Bundesliga es esa competición que siempre gana el Bayern de Múnich, esa Liga en la que se fijan a veces los equipos españoles para fichar por cifras de súper cracks a jugadores que cuando vienen aquí demuestran ser mediocres. Jovic, el delantero del Real Madrid, es un ejemplo.

A esta falta de interés por el fútbol alemán se une esa idea que tengo de que el deporte a puerta cerrada será otro deporte distinto. Y es que el deporte sin la pasión en la grada no será igual. Cambiarán las retransmisiones. También cambiará el fútbol. Ya no veremos ese mítico pasamanos antes de empezar el partido (se sustituirá por un pasacodos, imagino). Mira que ya nos parecía raro esto de las celebraciones de los goles retrasadas por la revisión del VAR. Pues ahora, cuando alguien marque un gol, los jugadores no podrán abrazarse. Sí que tengo curiosidad por ver qué harán, cómo lo celebrarán.

Pero también habrá algunos cambios que serán positivos y que no estaría mal que se mantuvieran cuando llegue la vacuna para la COVID-19 y todo vuelva a ser más o menos como antes. No veremos a los jugadores escupir o liberarse las fosas nasales de esa manera tan asquerosa como popularizada entre ellos. Tampoco veremos esos piques cabeza con cabeza más propios de una pelea callejera que de unos deportistas. Los árbitros vivirán más tranquilos sin verse rodeados e increpados por todos cuando saquen una tarjeta o piten un penalti. Y supongo que si está prohibido abrazarse al marcar un gol, los defensas no abrazarán a los delanteros cuando se saque un córner.

Tendremos que adaptarnos a todos estos cambios positivos y negativos para cuando empiece el fútbol en España. Aquí todo es diferente, todo es especial. Para empezar, hay equipos de ciudades en fase 1 de desconfinamiento que pueden ya entrenar por grupos mientras que hay otros equipos de ciudades en fase 0 todavía que solo pueden entrenar de manera individual. Seguro que estos equipos protestarán por esta desigualdad en la preparación para la competición y seguro que el Gobierno les permitirá entrenar en grupo como al resto, a pesar de que sus ciudades estén en fase 0. Ya sabéis eso de que me invento unas normas pero, si interesa, agrando la manga para quien me conviene. Y es que hay 200 millones de euros en juego.

También es cierto que el deporte español está dando una lección a todos en cuanto a seriedad con este tema del COVID-19. Las medidas de desifección y seguridad, el control a los jugadores... Están siendo ejemplares y esto es algo muy importante porque ellos deben ser eso, ejemplo para la sociedad. Hasta han logrado convencer a Fali, el jugador del Cádiz que se negaba en rotundo a volver a jugar. Yo me alegro por él porque, aunque es cierto que asumirá cierto riesgo de ser contagiado, será bueno para su equipo contar con él para afrontar el ascenso a Primera. Y para su familia, que no es lo mismo vivir del fútbol que de vender chatarra como en el pasado del chico, y a mucha honra para él.

Pues como os digo, yo prefiero esperar a que el fútbol empiece en España para sentarme delante de la tele. Ese fútbol de gradas vacías, con nuevas celebraciones de goles, sin escupitinajos y donde surgirá la sempiterna polémica del fútbol en verano: el calor. Pero con la pasión de ser de un equipo, sentir los colores, sufrir cuando pierdes y celebrar cuando ganas.

Mientras llega ese momento, en casa dedicaremos los ratos de tele a ver «La unidad», una magnífica serie española que se estrenó el viernes y que tiene más calidad que muchas de las series extranjeras policíacas que estamos acostumbrados a alabar.