Para disponer de ayudas para remontar la crisis hará falta estar alineado con la política de la UE, y hacer los ajustes precisos para que los equilibrios básicos de la economía, aunque se flexibilicen, no se vayan al traste. En eso, más o menos, consiste la «condicionalidad» en sus grandes trazos, pero más importantes todavía que estos será la letra pequeña. La «condicionalidad» marcará la agenda política, el contenido de los presupuestos, las alianzas para hacer posible su aprobación, la financiación de las autonomías (y por tanto la política territorial), el activismo separatista, la estrategia de cada uno de los partidos ante la crisis, el marco de implicación de patronal y sindicatos en su superación y hasta los riesgos de desbordamiento social si los ajustes tocan nervios sensibles. Así que en las próximas semanas nuestro futuro próximo se juega en la capital, o sea, en Bruselas.