Aparte su utilidad para evitar el vuelo de corpúsculos, la mascarilla obligatoria nos hará mantener alta la guardia dejando bien a la vista que, haga uno lo que haga, ante todo es un uniformado. La nueva uniformidad significa que esto no ha acabado y seguimos en lucha sin fecha estimada de fin de hostilidades. Cabría pensar que no hacía falta recordarlo, y bastaría el goteo de brotes y confinamientos parciales, pero hay gente que aún no se había enterado, y seguía haciendo su vida como si de veras fuera suya y no dependiera de ella también la de los demás. Ahora todos llevaremos colgada de la cara la marca del pecado original, salvo los niños, que, felices ellos, por no haber llegado al uso de razón no solo seguirán campando a sus anchas sino que verán como ensancha el campo a su paso, librándose de paso de sobeteos, besuqueos y demás engrudo de yayos, tíos y amigos de los papás.