Europa es un entramado histórico de enorme complejidad, una acumulación de imperios, reinos, principados, ducados, margraviatos, condados y ciudades que a lo largo de los siglos han luchado, pactado, se han roto y se han unido, acometiendo empresas memorables y guerras horrendas que han acabado haciendo el mundo que conocemos. Los vestigios de esa abigarrada urdimbre siguen ahí, llamando a la puerta de los días a través de la memoria de sus pueblos, y quizás por eso resulta muy difícil entender los pesados movimientos de un monstruo de tantas cabezas, colas, placas y espolones. El gigantesco muñeco articulado actual (la UE), reflejo al final de aquella historia, se formaliza en normas, instituciones e instrumentos pero está recorrido por un juego financiero de contribuciones, fondos, programas y cheques cruzados. A veces se bloquea, perdido en su propio laberinto. Pero otras se mueve.