Es evidente que junto a la delicadeza de la sensibilidad aparecen ciertas inquietudes. Nuestros estados anímicos se transforman con la vivencia. Hay momentos en la vida que lo reconstituyente es ser duro no sensible. Ver la vida con las diversas formas de la sensibilidad es instalarse en un estado de blandura de la que muchas veces es difícil salir. En la cima de todas las desgracias, creo que tiene que estar el valor, sí, el mismo que nos da el movimiento y la fuerza para resistir. Tengo la sensación, que junto a las preocupaciones, algunas personas resucitan su lado más infantil. En ocasiones, lloriquear es deshacerse de la responsabilidad. Muchas personas deberían dejar de ser la lágrima contradictoria que ve la fatalidad en todo. El énfasis del llorón está en la tragedia.

Ya es septiembre... ¿Y ahora qué? Teniendo en cuenta el punto de partida, pienso que el mes no tendrá mucho rodaje. Se aventuran tiempos difíciles: tiempos que nos conducirán a la sórdida tiniebla del miedo, tiempos en los que veremos que nuestra existencia depende de nuestra prudencia; tiempos en los que la desesperación se convertirá en angustia vital, tiempos de escenarios y reglas cambiadas, tiempos de sueños desordenados y sueños eternos. Nosotros, sí nosotros, poco a poco descubriremos que junto al ropaje de cada día están las diversas formas de la mortaja. Es el momento de dejar de 'lloriquear' y exponerse a cosas innecesarias. El riesgo inducido por la falta de prudencia, nos puede dejar tendidos en un hospital o en una tumba, por lo tanto, mejor no arriesgar.