No, no debemos olvidar que la labor de las entidades sociales y de las personas que la conforman está basada en un aprendizaje continuo, en ese interés por ir delante de lo que la realidad nos ofrece, adaptando nuestro conocimiento a un constante cambio. Leí en una publicación de Ángel Macías que «hoy en día las organizaciones se tienen que enfrentar a retos como la globalización, la velocidad de los cambios, el exceso de información, la sostenibilidad, la generación de confianza o la humanización». Es esa modernidad líquida de Bauman en la que la realidad se nos escapa entre los dedos y que difícilmente podremos sostener. La misma que nos demanda una nueva forma de hacer las cosas, porque hablamos y reflexionamos sobre modelos, sobre innovación social, sobre la tecnología al servicio de la sociedad y sobre objetivos claros y definidos. Pero lo cierto es que nos pesa el cambio y aunque estaremos a la altura pronto, quien sabe si lo será antes de que sea tarde. Mientras tanto nos enfrentamos a revisar todo lo que considerábamos que era la manera adecuada de hacer las cosas, nuestras herramientas, nuestras estrategias, nuestros conocimientos.

Estoy con Dolors Colom cuando nos recuerda que si no atendemos a esa «puesta a punto» no podemos garantizar la calidad del servicio final y, de este modo, perjudicamos a las personas usuarias. La misma autora nos habla de que los y las profesionales sociales necesitamos aprender para reorganizar nuestro conocimiento y tener elementos para «repensar, reorientar, reobservar» esa labor dirigida a la transformación social. Soy un incondicional del cambio, defiendo la necesidad de una mayor creatividad y disruptividad en la forma de hacer las cosas, pero tal vez estamos más pendientes del objetivo y menos en el punto de partida. Quizás sea necesario innovarnos, más aun en estos momentos, mantener el compromiso no solo con los programas, con las atenciones y los resultados, sino también con el aprendizaje que nos conduzca a la reflexión y a la crítica del modo en que nos convertimos y reafirmamos como profesionales sociales cuando los cambios y la realidad nos han adelantado. Si no nos reciclamos, si dejamos fuera de nuestro compromiso la formación, la observación, la discusión, tal vez alcancemos resultados cuantitativos, pero ¿realmente estaremos logrando hacer nuestro trabajo?

*Javier Poleo es responsable de Comunicación de la ONG Incide