Nadie sabía bien qué cosa era la nueva normalidad cuando se inventó la expresión. Los eternos optimistas pensábamos que sería una adaptación de la población a esta extraordinaria situación, habituándose todos a otro modo de vivir, trabajar y relacionarse -círculos de familia y amigos incluidos- y reciclándose a toda prisa la economía, en especial los servicios, para adecuarse a un nuevo modo de prevención, distancias y menor presencia física. Podemos engañarnos pensando que ha sido así, pero solo una pequeña parte de la sociedad ha venido siguiendo de forma estricta las pautas impuestas. En cuanto a las solamente recomendadas el seguimiento ha sido próximo a cero. Así que la nueva normalidad, con unos u otros horarios y mayor o menor cese temporal de actividades, ha consistido hasta ahora, sobre todo, en acostumbrarnos a ver normal una lista mucho mayor de muertos al día.