Si me dedico a la Enseñanza y a la búsqueda del conocimiento y de la verdad -al menos una aproximación a la misma, porque siempre está ahí Protágoras para recordarte eso de la relatividad- he de aplicarme las mismas consignas que difundo, junto a la argumentación y el sentido común y, sobre todo, el criterio independiente. Intento huir del proselitismo y el adoctrinamiento, si bien hay posicionamientos que deberían ser incuestionables, ni tan siquiera tener que recordarlos. Espero que llegue el día en que no sea necesario, lo mismo que ahora nadie cuestiona el derecho de la mujer al voto. Es cierto, y al que le moleste que se lo haga mirar, que ha sido la izquierda la que ha impelido que la sociedad avance en derechos, pero ahora gran parte de la derecha no lo cuestiona y lo asume, por lo tanto tenemos que salir de ese bucle tóxico que no nos deja avanzar. Tenemos que ir superando ciertos temas que al manosearlos los enquistamos aún más y no los solucionamos, girando al mismo tiempo alrededor de ideas mediocres que nos distancian de lo esencial, haciéndose invisible a los ojos, diría Exupéry. Por lo tanto, me gustaría proponer que cada cual intente acercarse a la sensatez, aunque ello implique sacrificar su ideología y el eslogan de su líder o lideresa - algunos lo llevan estampado en la frente- y puedan contemplar un estado de las cosas o un concepto lo más aproximado a la Razón.

Deberíamos empezar por barrer y ordenar la casa y después reivindicar. Esto es, no nos estamos percatando del deterioro de la enseñanza pública y en lugar de arreglarla y hacerla más competitiva y digna, dirigimos nuestras diatribas hacia la privada y la concertada, algo así como el perro del hortelano de Lope. Tenemos un listado de problemas que ya se han enquistado y nos revolvemos contra los que se inclinan por otra opción de enseñanza. Les diría a mis colegas que en democracia no se puede prohibir, si bien tampoco hay que ´preferenciar´, perdón por el palabro: es la deformación que las instrucciones pedagógicas crean; sin embargo el que quiera langosta que se la pague. En esta segunda ola de la permanente y pavorosa pandemia hemos tenido que escindir grupos para favorecer la semi-presencialidad, en lugar de seguir reclamando (en serio y unidos) una ratio razonable y eficaz. Estamos recogiendo todo tipo de alumnado, mezclando distintos niveles e intereses -incluso con un nulo o escaso conocimiento del castellano- en grupos donde es imposible avanzar en el currículo. De todo esto nos quejamos todos y todas, pero nos sometemos a la ideología por aquello de la diversidad y todo eso, que está muy bien, pero es inviable, por lo que, como suele decirse, empezamos a nivelar ´por abajo´. Por tanto, el alumnado excelente se aburre, se acomoda y no avanza. Esto sin contar los enormes conflictos y problemas que a diario se observa en las aulas de cualquier centro (público). Todo ello contribuye a que el currículo no se dé en su totalidad, junto con las lógicas lagunas para los de arriba y para los de abajo. Pero claro, los que opinan y los que saben son los políticos y sus leyes, ya que están dentro del aula percatándose de la situación (ironía). O como esos pedagogos de despacho que en su vida han pisado una clase, u otros jefazos obsesionados con la burocracia y el inútil e insufrible papeleo, que se meten en su engalanada covachuela y no salen más que para desayunar. Dan ganas de imprecar un exabrupto escatológico acabado con el nombre de Zeus en cristiano, pues tanta incongruencia e inoperancia clama al cielo. También puedes protestar y manifestarte -el sistema te lo permite lógicamente- pero al mismo tiempo le dan un bocado a tu propia nómina que ¡a ver quién puede pagar el alquiler o la hipoteca a final de mes! Es normal que nuestra ministra, con clarísimas reminiscencias fonéticas nobelianas, prefiera la enseñanza privada para ella y su prole. Es de lo más consecuente (aún no he pasado al sarcasmo). Por cierto, un servidor está de baja debido a una importante operación quirúrgica - quizás por ello esta reflexión resulte tan desaliñada aunque no menos sincera-, después de casi dos semanas no ha aparecido ningún sustituto, teniendo bajo mi mando un sustancioso número de alumnos de segundo de bachillerato, cuya pretensión es presentarse a Selectividad. Pienso que no ha de extrañar que haya padres y madres que intenten emigrar a la privada/concertada. Tampoco culpo en exceso (a la susodicha señora ministra) pues es difícil encontrar hoy en día un colegio ´normal´, entendiendo por normal un centro de enseñanza donde el alumnado sea responsable, trabaje, tenga sentido del orden y la disciplina, se esfuerce y desee aprender y mejorar. Esto debería ser lo corriente, pues bien, se está convirtiendo en excepcional. Esta excepcionalidad parece ser que se encuentra en la otra orilla, puesto que la desidia de la sociedad, la mala o nula preparación de muchos padres y madres para educar a sus hijos, más el continuo cambio de leyes y reglamentos, han favorecido que la Pública se vaya estropeando a pasos agigantados. Ahora es difícil encontrar un centro de enseñanza con un nivel aceptable en ´todos los niveles´: por ello hay un escapismo constante hacia otro tipo de enseñanzas. Si entre todos hubiésemos construido un buen sistema de aprendizaje e integración, si la bochornosa clase política se hubiese mantenido al margen cada legislatura y hubieran llegado a un consenso o a un simple Pacto de Estado sobre la Educación -sin ese hedor a tufo político o impronta que cada grupo intenta dejar en sus pupilos y acólitos-, si se hubiese partido de un consenso de valores fundamentales, basados en la integración, el respeto y la diversidad, junto con más medios en todos los sentidos y unas ratios razonables, más una escala de valores básicas, fundadas en el esfuerzo y la disciplina, otro gallo cantaría. Probablemente la privada y la concertada no tendrían razón de existir, como en Finlandia, puesto que la Pública, al funcionar tan bien, no dejaría hueco para otra opción. Es decir, que, seguramente, entre todos y todas, con nuestro maniqueísmo congénito nos la hemos ido cargando, en connivencia con el propio Estado que, año tras año, intenta moldearla a su imagen y semejanza, pretendiendo modelar obedientes pupilos según su propia ideología, en connivencia con un ejército de adalides que va variando según el partido que vaya ganando. Me gustaría preguntar, desde aquí, a mis colegas, de verdad, en serio, ¿no sentís, a veces, vergüenza de todo lo que ocurre cada cinco años de media? ¿No estáis cansados de adaptaros nuevamente a lo que dictamine cada ideología para educar a su prole, no digo ya por el cambio sistémico del embalaje de las benditas programaciones entre otros asuntos? ¿Acaso no se asemeja esto a un régimen totalitario - por la izquierda y la derecha- muy similar al 1984 de Orwell? ¿No hay nadie capacitado con los testículos/ovarios necesarios para dar un golpe en la mesa y decir ¡Basta ya!? ¿No es bochornoso contemplar que, sin haber nacido la nueva ley, ya estén diciendo que la van a derogar próximamente, para que a su vez sea derogada las siguientes elecciones, así Ad aeternum? ¿Por qué no sale ya de una puta vez -perdón por el exabrupto- esa clase política inculta, torpe, ignorante e inoperante que solo sabe crear problemas desde sus corruptos púlpitos y que el asunto pase a ser tratado por los docentes en activo, sin intermediarios, tránsfugas o desertores de la tiza?

Ustedes no saben el inmenso gozo que supone decir las cosas libremente, con criterio, sin que te pongan cortapisas, sin sentirte vigilado por uno u otro lado. Libre. Así quiero mi Enseñanza.