Si quisiéramos comprobar como anda la salud democrática de los países del mundo, podríamos dirigirnos a la Unidad de Inteligencia de ´The Economist´, que lleva desde el 2006 valorando la de 167 países y clasificándolos en cuatro grupos; ´democracia plena´, "´democracia imperfecta´, ´régimen híbrido´ y ´régimen autoritario´. Según su último informe referido al año 2019, comprobaríamos que la nota ´media global´ ha descendido hasta su nivel más bajo desde 2006, lo que parece señalar que algo está pasando en el mundo.

España se sitúa entre las ´democracias plenas´, superando a Estados Unidos, Francia o Portugal dentro de este grupo. Más atrasadas y consideradas ´democracias imperfectas´ se encontrarían, entre otras a Bélgica e Italia. En los últimos lugares se encuentra Venezuela entre países como Cuba, Bolivia, Nicaragua o Corea del Norte, por tanto dentro del grupo de ´regímenes totalitarios´. Estos datos ponen en evidencia a los separatistas, nacionalistas, comunistas o radicales de izquierda, que descalifican la democracia española de 1978, poniendo como paradigma el sistema democrático venezolano, a veces con el apoyo de algún dirigente socialista.

Estos aduladores del chavismo no quieran reconocer que Venezuela, después de 40 años de gobiernos civiles, y tras una lamentable historia de ´caudillaje militar´, sufría un golpe militar sangriento encabezado por el general Hugo Chávez el 4 de noviembre de 1992 contra el gobierno democrático de Carlos Andrés Pérez, golpe militar que frustró la democracia venezolana. Después de ser juzgado y encarcelado, esa misma democracia contra la que se levantó en armas, lo dejaba libre por una decisión del nuevo presidente civil Rafael Caldera en 1994, enemigo político del anterior presidente y sin que ningún venezolano alzara su voz. Chávez, aprendida la lección, se aprovechó de la democracia y del hartazgo de los políticos tradicionales en Venezuela, y como un caballo de Troya entrar en las instituciones venezolanas para acabar con ella, lo que recuerda a los recientes mensajes de los separatistas españoles, o incluso a los de algunos líderes de nuestra ultraizquierda.

En un país agotado que no defendía su democracia, el carismático Chávez enviaba mensajes diferentes según donde y con quien se encontrara, consiguiendo el poder en 1998, sin que los venezolanos supiesen realmente lo que este perseguía para su país. Lo habían elegido por su mensaje de fortalecer la democracia, y luego se tornaría en otra cosa bien distinta, aunque muchos avisaron en esos momentos del nacimiento de una dictadura. La evidencia era que Venezuela no había sabido luchar por su democracia.

Nada más llegar al poder, manifestó que «para cambiar el Estado había que aniquilar su actual Constitución», y así lo hizo, permaneciendo en el poder hasta que moría el 5 de marzo del 2013, dejando al país con un nivel de pobreza jamás visto, con un aumento alarmante de la criminalidad, con una censura generalizada a los medios de comunicación, un poder judicial bajo control, apresando a todo venezolano crítico con su gobierno, y produciendo la mayor crisis migratoria de la historia de Venezuela con acerca de 5,5 millones de expatriados, de los que unos 400.000 se encuentran en España. Una dictadura vestida de democracia y con el ejército al servicio de su partido político.

La llegada de Nicolás Maduro no ha hecho más que empeorar la situación, desde el 19 de noviembre de 2013 que asumía el poder. Las elecciones presidenciales del 20 de mayo de 2018, en las que él se proclamaba vencedor, no fueron reconocidas por la multitud de irregularidades por la oposición venezolana, a la que se unieron multitud de países, España entre ellos, la Organización de Estados Americanos, la Unión Europea, el Grupo de Lima o el G7. El 10 de enero de 2019, la Organización de Estados Americanos, declaraba ilegitimo el nombramiento de Maduro como presidente de Venezuela, instando a que se convocaran nuevas elecciones y poco tiempo después, el Departamento de Justicia de Estados Unidos ordenaba la captura de Maduro con una recompensa de 15 millones de dólares por cargos relacionados con narcotráfico.

Asimismo, la Organización de Estados Americanos informaba que durante el mandato de Maduro se habían cometido crímenes de lesa humanidad, y las Naciones Unidas comunicaba la ejecución extrajudicial de más de 9.000 venezolanos durante su mandato, mientras Zapatero se posicionaba en el bando de Maduro, lo que provocó que Guaidó, presidente interino de Venezuela reconocido por la mayoría de países y organizaciones internacionales, lo tachase de «ser un aliado del usurpador que nos oprime, nos persigue y asesina».

Para entender el comportamiento mesiánico de muchos líderes actuales, entre ellos Chávez o Maduro, habría que leer el libro ´Manuel del Perfecto idiota latinoamericano´ escrito por Plinio Apuleyo, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa, en el que describen a la perfección estas nuevas figuras populistas cargadas de dogmas y frases hechas.

Las brisas bolivarianas anunciadas por Diosdado Cabello ya han entrado en España, y solo espero que sepamos defender nuestra democracia con más éxito que lo hicieron los venezolanos con la suya. Antonio Machado decía que «En España, de cada diez cabezas, una piensa y nueve embisten».