Opinión | Tribuna

Esto tiene que parar (de una puta vez)

Queer Club en Berlín.

Queer Club en Berlín.

De pequeño me encantaba el baloncesto. Disfrutaba mucho y tenía la seguridad de que mi principal habilidad era la defensa. No era especialmente alto, pero hacía unos tapones de los que suenan, son argumentos irrebatibles y generan una reconquista cuando tu equipo va perdiendo. Aparecía la posibilidad; ¿Y si podemos darle la vuelta a esto? De repente, el equipo de los outsiders, los descartes de la clase, nos uníamos telepáticamente, nos mirábamos, y la válvula de la confianza empezaba a pompear. Se producía ese maravilloso momento de trabajo en común en el que las habilidades individuales se potencian, confluyen a la perfección, y ganamos. Ganamos momentos inolvidables. Eso es la vida. Recuerdo cómo en la cancha el sol pegaba fuerte, lo sentía en la cara y siempre cerraba los ojos.

En nuestro momento actual se está jugando un partido con los derechos fundamentales de las personas LGTBIQ+. Ya está bien de pedir por favor que se nos haga un hueco, que no nos insulten o peguen en la calle. De que se reduzca la conversación a hombres blancos gays. Las mujeres están completamente invisibilizadas, también, en el espectro LGTBIQ+, y esto ocurre porque #LGTBIQ+ es ya una etiqueta de colorines que representa la absorción del capitalismo de estas identidades, y que extrapola el mismo sistema binario que existe en el planteamiento cishetero/cisgénero, con sus correspondientes desigualdades. Por eso, para referirse al colectivo se están creando nuevos términos como GSRDI (Géneros, Sexualidades y Romanticismos Divergentes e Intersexo). Por eso, es tan importante el lenguaje inclusivo, porque supone una representación de todas las identidades, incluyendo las no-identidades. El lenguaje inclusivo hace eso, incluir; y si te molesta algo que te incluye a ti, no te discrimina, e incluye a todos los demás, por descarte lo que te molesta son las otras personas a las que incluye.

Afirmaciones

«Un cuerpo no es una prisión, es una historia que no se cierra con el nacimiento, sino que es el prólogo de una vida», dice Sasha Geffen en su libro Glitter Up The Dark (University of Texas Press, 2020). Ésta es una de tantas afirmaciones que desmontan el pensamiento socio-político sobre el que están construidas las identidades productivas y mercantiles. Una persona llega a este mundo con una mente y un cuerpo. Éste último tiene muchas características que nos facilitarán poder vivir y cumplir funciones vitales. Desde el principio de los tiempos se estableció un sistema de separación y clasificación según nuestros genitales. A raíz de ello aparecieron dos grandes y únicas construcciones culturales llamadas hombre y mujer, respaldadas en conceptos de sexo y género. Muy avispadamente con la intención de dar hegemonía superior a hombre sobre mujer. El no binarismo es no sentirse identificado con ninguna de estas construcciones políticas. Es la realidad; tú tienes tu cuerpo, tu mente, tú puedes ser quién quieras, y no es necesario seguir creando identidades nuevas con las que encajar, para que automáticamente el sistema las rentabilice. No hay género, no hay sexo. Eres tú, y punto, y tienes derecho a ser hombre, mujer, otra cosa, o nada de lo anterior.

¿Hemos avanzado? No lo suficiente. Lo siento pero no tienes la libertad de ser racista, machista, homófobo, o clasista. Eso NO es libertad, eso es odio y violencia, y dentro de nuestra sociedad y experiencia comunitaria como seres humanos no es una opción viable. En España partidos como PP y VOX nos niegan los derechos, nos tratan como personas defectuosas, nos retiran espacios, cultura, imaginarios, y nos proyectan como seres que no tienen suficiente valor. Vivimos una ola de agresiones a las personas LGTBIQ+ cada vez más frecuente y violenta, y no se hace nada. Y ambas cosas no son casuales; si se sigue contemplando lo no normativo como un recurso político con el que jugar al antojo está claro por qué hay gente que se siente legitimada y representada para ejercer la violencia sobre las personas LGTBIQ+, bajo el amparo de la distorsión del concepto de libertad que hace el sistema.

Hay que señalar que si no fuese por Irene Montero, el Ministerio de Igualdad, y todos los colectivos sociales que han participado en el desarrollo de la Ley Trans no tendríamos prácticamente ningún avance en este sentido. El PSOE tiene que posicionarse; no nos vale una Ley para quedar bien. Debe ser inclusiva y trascender los binarismos; no es un ningún regalo. Autodeterminarse es un derecho. Y si no quiero marcar H o M en el DNI es problema de un sistema reduccionista con intereses beneficiosos. No hay más. No aceptaremos nada por debajo. Y eso no es incompatible con el feminismo, todo lo contrario. Si no vamos juntos de la mano en esto, no cambiamos nada. El feminismo es la lucha por la igualdad, de todos, para todos.

Con 13 años, después de un destello solar, abrí los ojos y estaba en el suelo, con una terrible sensación de extrañeza. Cuando miré a un lado vi cómo se acercaba a mi cabeza el pie de Óliver, con una zapatilla Air Max de la talla 42 o 43. Fueron cuatro o cinco golpes repetidos. En la cabeza. Fernando, Pablo, Alejandro y el hermano de uno de ellos repartían patadas por el resto de mi cuerpo, me escupían y me rompieron la camiseta y la mochila. Ellos de pie y yo en el suelo. Fueron 2 o 3 minutos. Pero yo pensaba que eran los últimos de mi vida. No entendía por qué me estaba pasando eso a mí. Yo era un niño sensible, me gustaba pasar tiempo con las chicas, tenía una cartuchera de Hello Kitty (ni me planteaba en ese momento que fuese algo para niñas). Y por supuesto me habían llamado maricón con anterioridad. Hasta hace muy poco no fui capaz de contarle este episodio a nadie. Hasta hace poco en mi entorno amistoso más cercano se seguían haciendo chistes sobre la vivencia que me destrozó la infancia, la adolescencia, y me hizo creer que había algo mal en mí. La violencia puede arruinarle la vida a una persona. Incluso si esa persona es un chico, blanco, con una familia exquisita en valores y en amor, y con los recursos necesarios para vivir una vida normal.

El problema lo tienen las personas que no son capaces de aceptar otras realidades desde sus cómodos sillones y privilegios. Este testimonio no es un ejercicio de exhibicionismo. Es la reconstrucción de una memoria de lo que me (nos) pertenece. Las personas LGTBIQ+ vamos a estar unidas, a aprender a queremos y respetamos, y a conseguir un mundo mejor para todos. Conseguiremos todos los derechos que nos corresponden para poder vivir momentos inolvidables, poder vivir la vida. El resto de personas pueden estar en nuestro equipo o en el del odio.

Condiciones

Yo soy un afortunado, pero las personas que no tienen mis condiciones de vida no lo son tanto. En muchos lugares del mundo las decapitan, sus familias les echan de casa, les desprecian, les asesinan. No pueden conseguir trabajos, son estigmatizados para poder donar sangre, y por supuesto son objeto del sistema para jugar al reparto de derechos, como si éstos fuesen limitados y hubiese que elegir. La serie Gaycation, del actor Elliot Page, es un buen punto de partida para conocer estas realidades. Hoy me quedo con la urgencia de sus palabras a raíz de su entrevista con Stephen Colbert en 2019:

«Ata cabos. Esto es lo que está ocurriendo. Si estás en una posición de poder, odias a la gente, y quieres causarle sufrimiento, te pasarás toda tu carrera profesional intentando causar ese sufrimiento. ¿¡Qué crees que va a ocurrir!? Los adolescentes van a recibir abusos y acabarán quitándose la vida. Se les maltratará en las calles. He viajado por el mundo y he conocido a la gente más marginada que te puedas imaginar. Soy un afortunado de tener el tiempo y el privilegio de poder decir esto. Esto tiene que parar de una puta vez».