Opinión | La vida moderna Merma

Menos Tataki y más salchichón de Málaga

«Por eso, cuando en nuestra ciudad todo se fija al mismo objetivo, acaba uno destruyendo las esperanzas futuras si no te encuentras dentro de un sistema pro turismo que no te deja más opciones. Y es ahí donde todo acaba»

Salchichón de Málaga.

Salchichón de Málaga. / L. O.

Está la cosa fatal. Otra vez Fitur que, tras su regreso a la mediana normalidad, evidencia cada día más con descaro lo extraño de lo que allí sucede. Esa amalgama de personas de un lugar que viajan hasta Madrid acompañados de los medios de comunicación de su mismo lugar para que, una vez en la capital, den ruedas de prensa a las que solamente acuden los medios de esa ciudad para proyectarlo única y exclusivamente en ese sitio del que se han desplazado.

Cosas de la vida moderna. O no. Más bien todo lo contrario. Cosas de lo arcaico que empieza a no tener sentido y es que, en la vida en la que la comunicación es más rápida que el más ligero de los transportes y donde el universo nos pide telematizar -verbo inventado- todo lo posible… ¿A qué viene quedar para verse?

No lo sé. Y siempre me ha resultado del todo curioso. Y caro. Muy caro. Pero ya se sabe que cuando uno dispara con pólvora ajena todo es más sencillo.

La cuestión es que Málaga sea como fuere sigue estando en la pomada. En la tecnológica, en la turística y en la cultural. Y eso gusta. Porque enorgullece. Aunque después el centro histórico por las noches parezca más de una calle de Benidorm. Pero es bonito, oiga.

Y en muchas ocasiones no hemos sabido plantarle cara a los demás defendiendo aquello que tenemos y es valioso como sí sucede en otros lugares, aunque el resultado acabe siendo el mismo.

Hace unos días, entrevistaban en la Cadena SER al alcalde de Cádiz y éste, ante la pregunta sobre la situación laboral en la Bahía, afirmaba que en Cádiz se llevan haciendo barcos desde los Fenicios. Que ellos saben hacer barcos y quieren seguir haciéndolos como sucede en el norte de España. Y acababa con una reflexión: Que no quieren abandonar el equipo de soldadura y las herramientas de astilleros para coger mandiles de camareros para los turistas.

Y es tan real como irreal. Tan justo como perecedero y tan bonito que resulta desgraciadamente idílico.

Por eso, cuando en nuestra ciudad todo se fija al mismo objetivo, acaba uno destruyendo las esperanzas futuras sin no te encuentras dentro de un sistema pro turismo que no te deja más opciones. Y es ahí donde todo acaba. Hasta tal punto, que ni si quiera lo local acaba funcionando.

Hace unos días, analizando la hostelería, te acabas dando cuenta como ésta se mimetiza progresivamente con el mundo turístico de manera sorprendente y usaba nuestro maravilloso salchichón como ejemplo de ello.

Sí. Estoy mezclando el Salchichón de Málaga con FITUR y las empresas tecnológicas.

La cuestión es que nuestra provincia, en el plano productivo y gastronómico, tiene una riqueza extraordinaria. Productos de primer nivel y singularidad, de calidad y con reconocimiento -fuera de aquí o en el ámbito doméstico-.

Pero la realidad es que podrás ver antes negocios especializados en cosas de fuera antes que en lo local.

Italianos, Americanos, Turcos, Griegos, Chinos, Japoneses o de la Cochinchina. Aquí puedes encontrar especialidades del mundo entero. Y está genial. Pero sin embargo se percibe una realidad y es que todo huele cada vez más a plástico, quinta gama y «Abrir diez minutos antes de servir».

Y uno de esos ejemplos es nuestro embutido más maravilloso: El Salchichón de Málaga.

En los restaurantes que sirven este tipo de productos, que cada vez son menos, te pueden ofrecer un maravilloso y extraordinario Jamón Ibérico de Bellota que por las tardes merienda Anacardos y por la noche duerme en un colchón, también te ofrecerá Coppa, que para quien no lo sepa es un embutido similar a la caña de lomo, pero con tres dedos de tocino. Y carísimo. La grasa más cara de Europa. Pero de de origen italiano. Y claro…eso viste mucho. O Mortadela. Muy de mora ahora en los sitios. Con una máquina estupenda de cortar fiambres muy historiada y en un plato fantástico te presentan unas finas lonchas de Mortadela Boloñesa que caen sobre el plato como si de pañuelos de seda se tratase. O Chicharrones. «De Cai, pisha». Y la gente se vuelve loca. Porque se siente que va a la última. Y lo comparte en sus redes. Porque es moderna.

Y me pregunto yo: ¿Dónde está el Salchichón de Málaga en los bares y restaurantes de Málaga? ¿Por qué no se sirve un producto tan extraordinario más allá de en cuatro tartáres contados con los dedos de una mano -el de Éboka es el mejor sin duda-?

Puede parecer un ejemplo ridículo. Pero no lo es. Porque aquí nos volvemos locos con una porquería de fuera por el mero hecho de asumir que al ser de aquí las cosas son peores o menos chic. Hasta que un día venga alguien y nos abra los ojos.

Ponle tú a un gaditano unos chicharrones de Toledo. A un sevillano sírvele unas Espinacas con Garbanzos de Valencia. Y a uno de Huelva ponle «pernil de cerdo» de Sabadell. Je.

Pero aquí no. Aquí da fatiga. Y es ridículo y sería maravilloso. Que haya menos Macarons y turrones del quinto pino en los escaparates y más Tortas Locas. Menos Mortaleda italiana y más Salchichón de Málaga. Prolongo, Famadesa, García Agua, Hermanos Fernández o Moreno Plaza. Da igual la marca porque todas son buenas. Y nacen aquí. Y es motivo de orgullo. Y además les digo una cosa. Que el Salchichón de Málaga le da veinte vueltas al de Bellota Joselito, al catalán de Riera y al Fuet.

Pidan en los bares Salchichón de Málaga hasta que lo pongan. Que es nuestro. De nuestra gente. En un papelón cutre en un bar de barrio o en un distinguido plato. Dani García ya lo ha encajado en Leña. Y la gente da palmas con las orejas. ¿Y en la capital cuando llegamos a tenerlo? ¿Cuándo lo descubra un influencer alemán y lo acabe fabricando una industria cárnica de Valencia?

Esto es una guerra contra lo nuestro. Contra lo bueno. Lo tradicional. Lo de siempre. Y no nos damos cuenta. El Pali, el gran trovador sevillano, en una entrevista dijo la famosa frase de: «Habría que hacer menos misiles y más Pavías de Bacalao».

Trasladado a este ataque velado y continuado a lo característico y verdadero de nuestra tierra en esa búsqueda extraña de lo moderno, podríamos afirmar que habría que hacer menos Tataki y más Salchichón de Málaga.

Viva Málaga.