Opinión | Notas de domingo

Abrazos

Abrazos.

Abrazos. / L. O.

Lunes. Saco un libro de una biblioteca pública. Cuando llego a casa y lo destripo con más tranquilidad veo que entre la página 102 y 103 hay un trocito de papel con varias palabras en rotulador rojo escritas: bosta, dipsómano, baremar, sextante y heredad. No sé si son palabras que al lector o lectora que me antecede le han sonado bien, le han gustado o es que no las conoce y las ha ido anotando para buscarlas en el diccionario. Trato de hacer alguna frase con ellas. Las recito mentalmente en ese orden y en otros. Repaso si conozco bien el significado de cada una. Elucubro sobre si la lectora o lector resolvió sus dudas. No sé si llegaría a terminar el libro, que es una novela negra ambientada en un cortijo. Me decido a leer el libro con un rotulador rojo en la mano. También. Y comienzo y me voy topando con palabras pero son palabras gastadas y usadas y muy conocidas por mí. El rotulador rojo se va a secar. Ceno. La noche en blanco pensando si devolver el libro. El asesino del cortijo es un poco previsible.

Martes. La terraza del Framil está llena, así que hay que buscar horizontes nuevos. Gentío. Le cambian a uno el bar de cabecera y entra en el terreno de la malhumoración. Peor sería que no hubiera bares. Cuando salió La Opinión de Málaga, hace veintitantos años, no había bares en muchas zonas de este centro ahora populoso y cafetero. El calorazo se ha instalado. Consigo escaño en un establecimiento con pretensiones. Ha sido sentarme y me han preguntado si quiero café de Etiopía o de Colombia. De Brasil parece que no tienen. Encargo bollo también. Releo mi texto sobre Shakira en El Periódico de España, que se publica estos días. Me dice uno en Twitter que he sido «muy beneplácito» con ella. Supongo que quiere decir benévolo. Subo a la redacción y me enfrasco en mis asuntos con una diligencia que me sorprende. La mañana se estira y tras una reunión terminable me marcho hacia El balnerio, el restaurante de los Baños del Carmen. Ahí es donde hay que traer al que viniendo de fuera te pide lo típico «un chiringuito pero que esté bien». Buen ambiente. Buen pescado. Buena compañía, un tanto exótica, eso sí. Compañía abundante y vino también. En este lugar, al caer la tarde y mirar el horizonte me dan ganas siempre de redactar una teoría del atardecer o un tratado filosófico sobre la fugacidad. Se ve el puerto a lo lejos y una señora desde la orilla pregunta la hora a voces. La hora de que te bañes, le dice el marido. Que digo yo que será el marido.

Miércoles. Canal Sur Radio. Programa del gran Jesús Vigorra junto a Ana Cabanillas, de Prensa Ibérica y Alberto García Reyes, adjunto al director en ABC Sevilla, que siempre al terminar el espacio recita un poema o coplilla o cántico al hilo de la actualidad. Esta vez es Lorca el elegido. Se me hace corta la hora, divertida. Al salir del estudio me espera Pepelu Ramos, periodista, amigo, tantas cosas. Propone café que degenerará en mollete con tortilla y conversación nutritiva. Tengo la sensación del deber cumplido y de que el día está echado. Pero me queda por delante un enredo de citas, obligaciones, trabajos y comparecencias. Sin embargo, la vida es cambiante, los planes inútiles, lo inesperado, frecuente.

El cementerio está muy a las afueras. Hay que tomar varios desvíos y el camino está jalonado con unas cuantas rotondas traicioneras. Antes, cuando iba me perdía. Antes. Ahora no. Ya sé perfectamente dónde está, cuánto tardaré y dónde se aparca. Demasiadas veces. Ya. Darle un abrazo a un compañero y amigo. Ahí está todo. No hay más. Sentir que durante unos segundos has mitigado, algo, la tristeza de alguien. Toda la tarde, luego, se hace más llevadera, todo suena a más prescindible, claro.

Jueves y viernes: campaña permanente revisable.

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