Opinión | TRIBUNA

Faces y la economía del ‘taco’

Viviendas en construcción en el barrio de La Princesa

Viviendas en construcción en el barrio de La Princesa / Fernando Baudet

Me gustaría hacerle una pregunta, Fernando: «Voy a tener que comprar piso; pero con la situación que tenemos… me entra la duda ¿Qué hago?»

-A ver… ¿Tú qué psicología tienes? ¿Te gustan las sorpresas? (ríe) ¿De qué se trata? ¿Es un apartamento en la playa? ¿Es un estudio en el centro?

-No no… es la casa en la que vivo desde hace cinco años; en las afueras de cualquier parte.

-¿Y cuál es la duda? Te vas a ir debajo de un puente… (más risas).

Coma por coma e interrogante por interrogante, reproduzco la conversación que mantuve la con Fernando Faces al término del evento ‘Marca Málaga’. Me parecía una charla o más bien un intercambio de ideas interesante, elocuente, significativo y todo un canto al sentido común de las cosas de comer. La Economía de los telediarios ya no hay quien la entienda y si hay algo que entender es que el ‘taco’ del que tiene sube, mientras que el céntimo del mortal baja. Es la misma letra con diferente música; una narrativa invariable desde los tiempos del Imperio Egipcio, desde Roma, desde Grecia, desde que surgió el excedente en Oriente Medio. Tan sólo cambian los matices, los tiempos, las circunstancias. Si hay ‘taco’, no hay problema; si no hay ‘taco’, todo es un martirio. Punto.

Tras ‘chuparme’ obligado y por cuestiones de agenda muchas de las charlas de Faces en diferentes momentos y eventos a lo largo de los años; he ido aprendiendo a pillar sus bromas, a cogerle el punto y hasta a ver con cierto interés sus discursos. Más allá de la densidad que rebosa a veces y, por qué no decirlo, de ese tono amargo combinado con un toque de optimismo que sube y baja -como el propio capitalismo y las montañas rusas-; sus palabras tienen esa especie de ‘don’ de engancharte cuando, como decía antes, comienzas a pillarle el truco. Para no perder el hilo, eso sí, hace falta tener algo de entrenamiento. El otro día en la sede de la Casa Diocesana de Málaga estuvo bien. No sabía si acudir. Finalmente fui, pero lo hice acojonado porque con la que está cayendo y las perspectivas que pintan, me esperaba un panorama cercano al fin de los días. Como me conozco y también conozco mi nivel de optimismo -regular y de ‘bar’ en peor- no esperaba mucho. Sin embargo, al final me alegré, porque aunque hubo un poco de lo de siempre; rayos, centellas y nubarrones, también dejó varias puertas abiertas a la esperanza. Si en algún sitio se puede mirar ahora mismo con perspectiva es en Málaga. Ya sabemos que aquí todo florece, incluso cuando en el resto del mundo va mal o regular.

Respecto a Faces, como él también se conoce, fue avisando desde el principio de que no nos viniéramos abajo. Una de cal y otra de arena; maneja como nadie las subidas y bajadas de tono y los gestos elocuentes, con sus respectivos silencios, para dejarse caer con gracia en el clímax. Vuelve a tocar incertidumbre, pero como se nos da bien mirar hacía adelante -más o menos-; volveremos a sacar la cabeza y quizás -y sólo quizás- esta vez podremos aplicar algunas de las experiencias vividas en penurias anteriores para que la sangre no llegue al río. Quién sabe. Sin embargo, de su ponencia, como de esa pequeña charla posterior, lo que nos interesa al común de los mortales, y es algo de lo que no parecen enterarse ni los iluminados de los Bancos Centrales, ni los del FMI, ni los grandes CEO de las entidades financieras; es que lo que de verdad importa en la calle es lo que va a pasar con los dos billetes gastados que tenemos en el segundo cajón de la cómoda. Si se van a esfumar o si seguirán ahí después del baile. Los grandes directivos de los organismos económicos internacionales parecen mirarte a la cara cuanto te hablan a través de la tele. Juegan a empatizar contigo en los artículos de prensa; pero tras cada palabra y cada letra sólo queda ese tufo a ‘me importa un huevo’ que es el que confirma que vivimos en dos mundos, dos planetas o dos economías antagónicas; la de arriba y la de abajo. La del privilegio y la del peatón. He acabado entendiendo las charlas de Faces porque al final es capaz de hablar para todo el mundo y además se pueden extraer conclusiones claras sobre el ‘taco’. Un pobre consuelo, pero menos da una piedra.

He transcrito en el arranque de esta columna la charla del otro día. Más allá de la broma subyace el agridulce peso de la verdad de la economía de andar por casa. La de los informativos se escribe para quedar bien y meter miedo. Poco más.

A nadie le importan mis decisiones sobre la adquisición de una vivienda o la tesitura parecida en la que se puedan encontrar dos millones de personas más; pero a esos dos millones les va parte de su vida en ello. Se trata de una reflexión basada en el sentido común, que atesora la carga de normalidad, racionalidad, proporcionalidad y dilemas varios a los que nos enfrentamos los de la economía real; esa del dinero en el bolsillo, la de los dos billetes de cincuenta en el segundo cajón de la cómoda por si acaso, la de la bombona de butano, la del agujero en el tanque de gasoil y la de las hipotecas a tipo variable que no sirven para hacer amigos.

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