Opinión | La vida moderna Merma

La Feria del Centro Q.E.P.D.

«El principio del fin ha llegado para la feria del centro. Y con toda la razón del mundo. Por eso el Real ha ganado. Porque es un espacio perfecto. Con unos árboles que cada vez aportan una sombra más buena y que serán claves en los próximos años. Y la gente celebra que es de aquí. Con los suyos, en espacios ideales y bien cuidados»

Una imagen de la plaza del Cervantes por la noche, tras una jornada de Feria en el Centro.

Una imagen de la plaza del Cervantes por la noche, tras una jornada de Feria en el Centro. / L. O.

Hace una semana, al concluir la última edición de la Feria de Málaga, comenzaban las valoraciones sobre ella. Algo común y habitual que, por primera vez, desde hace muchísimo tiempo, traía consigo mensajes positivos, esperanzadores y amables.

Lo nunca visto ante una celebración que ha traído caos y destrucción a una ciudad que quedaba vendida ante una trituradora festiva.

No ha sido así en esta ocasión en la que, lo mires por donde lo mires, el resultado ha sido más positivo, se han visto menos barbaridades y el nivel de destrucción y sanferminización ha sido considerablemente menor.

Todos afirman lo mismo: los opinadores más conservadores, los más modernitos y los que navegan entre dos aguas; los usuarios más arregladitos, los del botellón y los más merdellones. Málaga, en definitiva, ha comenzado a asumir el Real de la Feria como lugar de encuentro mañana, tarde y noche.

Los detractores de la Feria hasta ahora conocida, yo uno de ellos, están -estamos- encantados con la deriva de este año y el hecho anteriormente mencionado. Y no es por otra cosa que por esa eliminación progresiva que parece que está tomando el centro.

Por eso, es así asumido por todos, la Feria del Centro está con los estertores de la muerte. Llegando a su final. Al menos para la gente de aquí. Pero ¿por qué está sucediendo esto?

Creo que la respuesta es fácil. Si nos vamos a los orígenes, la historia de las fiestas en la almendra viene de hace unas décadas -tampoco tantas- cuando entre los comerciantes y alguna que otra empresa de bebidas, empiezan a potenciar ambientes festivos en una ciudad que, principalmente, vivía la feria de noche en el Real. Este movimiento comienza a calar entre los comerciantes y se suman a ellos diferentes entidades sociales como son las Hermandades y Cofradías o los caballistas. A todo esto hay que incluirle una cuestión clave: hace treinta años el centro de nuestra ciudad era un derribo. Calles destrozadas, un ambiente muy cuestionable, edificios en ruinas por cada esquina, malos olores y un escenario muy muy degradado.

Se inventan una Romería que, bueno, ahí está. Y aquello funciona. Todos los que tenemos edad para ello recordamos el centro en feria como un formato que medio funcionaba y que era ya algo caótico aunque se asumía. ¿Por qué? Quizá por dos razones fundamentales: El centro estaba destruido y no daba pena montar una medio caseta en un local viejo y tener caballos en la puerta haciendo sus necesidades y en segundo lugar y más importante: allí estaba la gente de Málaga. Montando su feria por su cuenta, con los suyos y poco más.

La realidad hoy es bien distinta. Y lo más importante es comenzar por la esencia que hizo que esto naciera y estos son los comerciantes.

Eso ya no existe. Si miras el número de comercios que había en el centro hace tres décadas y la comparas con hoy, te das cuenta que no hay absolutamente nada. Si analizas calle Larios y sus colindantes: ¿Dónde encuentras un negocio local? Tienes que ponerte a pensar -y mucho- para encontrar una tienda que no forme parte de una cadena internacional con su franquicia aquí asentada. ¿Quién va a fomentar la feria del centro? ¿Un cajero de Inditex que ponga unas botellas de Fino en la caja? Al minuto tiene en una mano la botella de Tío Pepe y en la otra el finiquito.

No hay. No existen. Queda algo de hostelería local y unos pocos comercios en calles de alrededores que, como es lógico y natural, pagan tal dineral por tenerlo y cuidarlo que no se les pasa por la cabeza este tipo de follones. Es más, en muchos de los casos, cierran en feria para evitar líos.

¿Qué viene después? El estado del centro. Hemos pasado de Bosnia a Mónaco. El centro de Málaga está muy cuidado, sigue su mejoría y aún hoy se siguen rehabilitando inmuebles que llevan destrozados por dentro y fuera desde hace décadas. A nadie en su sano juicio se le ocurriría meter en espacios tan decentes unas historias tan dañinas y agresivas como las de la feria donde personas hacen sus necesidades en cualquier rincón y el olor que eso produce permanece durante semanas impregnado en el centro -había quien llegaba a sellar la ranura de debajo de la puerta para evitar la entrada de pipises-. No procede.

Y ahí se une el personal. La feria del pasado incluía a gran parte de la gente autogestionando el centro. Los cofrades se ponían una camiseta y preparaban montaditos y callos. Recuerdo calles históricas ocupadas por algunas Cofradías como la del Cautivo que montaban verdaderos espectáculos. Se sacaba mucho dinero y todo funcionaba bien. Pero eso también ha pasado. Se ha ido asumiendo que nuestra feria está para disfrutarla. Que si se saca dinero, estupendo, pero esos días grandes de nuestra ciudad son para celebrar y no para servir alimentos de camping en platos de plástico.

Por lo general, las personas tienen las fechas importantes para pasarlo bien: Nochebuena, Nochevieja, una boda importante, un bautizo… ¿En alguno de esos casos se le ocurre a la mayoría trabajar, ganar dinero y sudar como un loco para hacer caja con la festividad? Poco. Pero la feria del centro tenía ese componente de oportunidad/desprecio que hasta hoy había seguido.

Pero la cosa ha cambiado. Ahora los cofrades prefieren organizar días especiales en feria donde reunir a los suyos, sacar algo de dinero con la caja pero que todo lo preparen empresas dedicadas a ello y centrarse en disfrutar y atender a los tuyos. Y se nota el cambio. Como también se nota entre la gran masa que, y aquí viene lo último, ha decidido que no desea compartir su fiesta con quien no respeta nada.

Por eso resulta evidente que el personal ha decidido ir al real porque la cosa cambia mucho. Y se dice basta a compartir espacio con cincuenta millones de despedidas de soltero venidas de media Europa. Por eso se ha dicho basta a ver cómo gente de otros lares te revienta un espacio que vas a costear su posterior limpieza y reparación y te aporta entre nada y cero. Por eso han dicho basta a espacios impersonales donde ves a gente haciendo botellón en las esquinas de tus calles, comiendo salchichón de pegatina y entrando en bares impersonales destinados a los turistas.

El principio del fin ha llegado para la feria del centro. Y con toda la razón del mundo. Por eso el Real ha ganado. Porque es un espacio perfecto. Con unos árboles que cada vez aportan una sombra más buena y que serán claves en los próximos años. Y la gente celebra que es de aquí. Con los suyos, en espacios ideales y bien cuidados. Y caben todos. El pijillo, el merdellón y la peñista. Porque para eso se ideó. Incluso quedará hueco para los de fuera despistados que salgan del centro cuando éste tenga nula vida. Y allí estará el Real para acogerlos. Pero en otra caseta lejos de las nuestras. A Dios gracias.

Viva Málaga.

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