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Fracaso escolar

Tenemos una de las tasas de abandono escolar más altas del mundo desarrollado. Algunos se consuelan pensando en el peor panorama de Italia. Es como ganarle al fútbol, nuestros eternos rivales. Para muchos, el fútbol -me refiero para muchos padres- es lo más importante. Me he encontrado que es prioritario que sus hijos escalen puestos en su equipo antes que vayan aprobando las asignaturas. Pero esto no deja de ser una anécdota más, un áspero granito que conforma la inmensa y vergonzosa montaña que hemos ido creando desde hace muchos años. Recuerdo, cuando un servidor trabajaba en La Rosaleda, que una alumna me aseguró ilusionada que su máxima ilusión sería ser una de Las Mama Chicho, las chicas del Tutti Frutti de Telecinco. Ya ha llovido. Y mucho. Casi treinta años. Esta cadena ha sido, y sigue siendo, el referente de los maquis, los frikis, las merdellonas y toda esa fauna cani que habita por toda la geografía española. Muchos de estos espectadores pertenecen a esa vergonzosa tasa de abandono escolar. Son los que sueñan con entrar en Gran Hermano o acudir a la Isla de las Tentaciones. Muchos (y muchas obviamente) terminan identificándose con esta cultura post-apocalíptica basada exclusivamente en la imagen, el insulto y los gritos. También en las amenazas. Muchos de estos jóvenes se han criado con esta cadena de fondo. Me lo han asegurado. Por lo tanto los padres (y los abuelos) podrían ser responsables de los daños colaterales. En lugar de considerar estos programas como puro divertimento se han colado en nuestras vidas y se han convertido en un auténtico referente. Una alumna mayor de edad de FP aseguraba que su ídolo es Belén Esteban, con todos mis respetos para la ex de Jesulín. Pero claro, centrarnos exclusivamente en este asunto parecería que estamos echando balones fuera. Así pues, ya disponemos del abono que fomenta la incultura y al mismo tiempo el abandono.

Por otra parte, muchos alumnos se quejan constantemente de que se aburren sobremanera. Todo les aburre, excepto usar el móvil. Por consiguiente, las clases se están re-direccionando hacia el ocio. Hay un montón de juegos interactivos en internet de todas las materias dirigidos al solaz del alumnado. Podría ser un craso error basar toda la enseñanza en estos métodos, puesto que la vida es dura: no es ningún juego.

Al mismo tiempo, muchos de nuestros dirigentes no han pisado un aula en su vida o han abandonado la enseñanza a las primeras de cambio para convertirse en adalides o salvadores de algo que desconocen completamente. Son tan solo los siervos del sistema, los paladines del gobierno, ese gobierno que cambia los métodos educativos a base de rabietas. Hoy se llama LODE y mañana LOMLOE, pasado SUPELOLE, seguro que sí. Este mareo del profesorado ya resulta insostenible y está perdiendo credibilidad y eficacia.

Los libros de texto están a años luz de los gustos e inclinaciones de los alumnos. Casi todas las editoriales se obstinan en cebar a los alumnos con exceso de contenidos, avalancha de actividades y dudosa selección de textos. Recuerdo un libro de Lengua de la antigua Diversificación -por cierto, ahora ha regresado este término de la ultratumba- cuyos textos para leer y analizar eran de Voltaire, Montesquieu o Balzac entre otros.

Ahora les toca el turno a los padres y madres. Las nuevas generaciones de progenitores están criando ‘niños de cristal’ en muchos casos, en otros muchos no los están criando, esto es, la sobreprotección llega a ser apabullante. El adolescente es incapaz de decidir por sí mismo, ni sabe lo que quiere, ni lo que le gusta. Todo le da igual, solo sabe protestar y todo lo quiere YA. Y si no satisfacemos sus caprichos se enfada. Nunca son culpables ni responsables de sus actos. Siempre culpan a los demás. Obviamente desconocen sus deberes, pero están muy puestos en sus derechos. Responsables, no tengo duda: sus padres. Luego están los casos contrarios, es decir, los padres que desatienden a sus hijos y pasan olímpicamente de ellos. Consecuencias: niños desmotivados o conflictivos. Confían en que los maestros y profesores hagan el trabajo que ellos no han sabido o no han querido hacer. La mayoría de las veces es más fácil tenerlos entretenidos con el móvil o la tablet para que no den la lata. Después, en qué nos vemos que no utilicen el móvil en clase. Algunos tienen un ‘enganche’ tremendo. No atienden ni realizan las tareas en clase, ni en casa. Muchos se acuestan muy tarde y no descansan por la dichosa maquinita, y sus padres tan panchos. No estoy generalizando. Solo me dirijo al que se dé por aludido. Son estos los que esperan que los docentes arreglen tanto desatino y despropósito.

Gobierno tras gobierno se encargan aún más de enmarañar este deleznable batiburrillo, no tanto por las consecutivas reformas y antirreformas educativas (¡hasta el moño ya!) como facilitando el acceso constantemente a los niveles superiores: pasando de curso sin aprobar ninguna materia. De esta manera, la disciplina, la cultura del esfuerzo, el trabajo y la superación quedan a la altura del betún.

Por consiguiente, cuando nos referimos a la sociedad estamos hablando de todo lo referido anteriormente. La sociedad es un ente abstracto compuesto, en este caso, por padres, madres, alumnado, medios de comunicación, el propio sistema educativo con sus cargos a la cabeza, empezando por los ministros y ministras. Y el profesorado, por supuesto, que hacemos lo que podemos, o lo que nos permiten.

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