TIERRA DE NADIE
Viaje a Ítaca
Jamás pongo el telediario esperando escuchar buenas noticias. No soy yo, es el mundo el que me ha hecho así
Me hallaba en el tanatorio, despidiendo a un amigo, cuando vi a un grupo de cuatro o cinco familiares del difunto haciendo corro alrededor de un periódico que sostenía uno de ellos. Parecían leer con enorme interés una noticia. Qué será, será, me pregunté. ¿Un incendio, un atentado, un terremoto, un asalto al Congreso? Dispongo de un catálogo mental de catástrofes inagotable. Jamás pongo el telediario esperando escuchar buenas noticias. No soy yo, es el mundo el que me ha hecho así. Me acerqué disimuladamente al grupo, cuyas expresiones oscilaban entre la seriedad y la risa. Uno de ellos, al ver mi interés, me invitó a acercarme.
-¿Qué pasa? -pregunté.
-Que estamos leyendo el horóscopo de hoy para el muerto.
-¿Y qué dice?
El que sostenía el periódico volvió a bajar los ojos y leyó:
-«Estará pletórico, se sentirá colmado, pleno, lleno, más vivo que nunca, más audaz, más arrojado, más intrépido. Quizá sea el momento de iniciar ese viaje que lleva tanto tiempo retrasando por temores del todo injustificados».
También tuve que contener la risa, claro. Me separé del grupo para no llamar la atención de la viuda, que andaba cerca y que quizá había notado algo, y fui a contemplar el cadáver de mi amigo a través del escaparate. Lo cierto es que tenía una expresión satisfecha, no la del que le ha tocado la lotería, que eso es una cuestión de pura suerte, sino la del que acaba de alcanzar un éxito trabajado a lo largo del tiempo. Quizá Enrique, que se así se llamaba, se sintiera verdaderamente pletórico, colmado, pleno, lleno, además de audaz, arrojado e intrépido. Liberado de los achaques de los que se quejaba tanto en los últimos tiempos de su enfermedad, tal vez había alcanzado una forma de éxtasis imposible de entender desde este lado del cristal.
Entonces, y por unos momentos, concebí la muerte como un viaje, como ese viaje que Enrique llevaba años aplazando (igual que todos los vivos) y que por fin se había atrevido a llevar a cabo. Antes de irme, escribí en el libro de condolencias los primeros versos del ‘Viaje a Ítaca’, el célebre poema de Cavafis.
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