725 PALABRAS

A tontas y a locas

Las ministras de Derechos Sociales e Igualdad, Ione Belarra e Irene Montero, se abrazan tras la intervención de la segunda en el debate de reforma de la ley del ’sólo sí es sí’.

Las ministras de Derechos Sociales e Igualdad, Ione Belarra e Irene Montero, se abrazan tras la intervención de la segunda en el debate de reforma de la ley del ’sólo sí es sí’.

Juan Antonio Martín

Juan Antonio Martín

Puede que la literalidad del título que acabo de escribir me lleve por los insondables vericuetos de algunas respetables mentes que piensan en blanco o negro. A saber cuál será el discurrir de mis letras hasta llegar a la septingentésima vigésimo quinta palabra de hoy. Fuere como fuere, amable leyente, no vea doblez en mí, que uno nunca fue amigo de retrancas ni retruécanos.

Las tontas y los tontos no son más que seres humanos averiados porque la Naturaleza los dotó de poco o ningún entendimiento. Por su parte, las locas y los locos son seres humanos averiados porque la Naturaleza los doto de poco o ningún juicio. Y ocurre que cuando en el uso de nuestro palabreo cotidiano juntamos a tontas y a locas construimos una locución adverbial tan inocente como «a diestro y siniestro», o «a hurtadillas», pero dándole el significado de «llevar a cabo una acción o pensamiento sin orden ni concierto en cuanto a intenciones, maneras y formas».

Independientemente del significado de «a tontas y a locas», es perfecta y lícitamente suponible que en opinión de algunos la locución represente un despreciable modelo machista que exige ser urgentísimamente adecuado a un marco más universal, más inclusivo y más igualitario que reexplicite la locución como «a tontas, tontos, tontes y a locas, locos, loques» para así dar aún más luz al fondo del espíritu mediante el que se articuló jurídicamente la malhadada ley del «solo sí es sí», una ley que los que Pudieron, a tontas y a locas no supieron formular ni reformular en función de la urgencia que el caso exigía.

–«Cosas tenedes ministra que farán fablar las piedras...» –le diría Alfonso VI a la ministra Montrero con intención de bajarle los humos.

¿Y si tras el fiasco Podemos mutara a Pudimos y el aforismo «ladran, luego cabalgamos...» mutara a «ladraban, luego cabalgábamos», simple y llanamente porque sus votos cada vez son menos cautivos? Pues nada, simplemente que los que Pudieron tenderían a no Poder como merecido resultado de los diezmos y las pifias.

Hablando de pifias: desde la segunda mitad del pasado siglo buena parte de España es el resultado de la aplicación de un peligroso «a tontas y a locas» científicamente malentendido. Da igual el sector que sometiéramos a análisis, el resultado de la ecuación sería el mismo. A más inteligencia disponible más hemos ido muriendo de éxito y oportunidad, y de torpeza y ceguera. Llevamos más de sesenta años muriéndonos por los mismos síntomas mientras nos jactamos de un progreso que en el medio plazo de tiempo podría convertirse en difícilmente reversible. Y, lejos de cambiar la medicación, insistimos en reforzar las dosis.

Antaño construíamos edificios de dos plantas, hogaño plantamos torres infinitas. Antes lampábamos por un hotel de cinco estrellas, ahora nos ahogamos en existencias y proyectos a tutiplén. Donde antes dábamos bien de comer a nuestros niños mediante menús elaborados en cada colegio, ahora externalizamos el servicio para darles de comer mal o peor que mal.

La gentrificación ya ha dejado de ser un palabro científico y ha iniciado el proceso de instalar sus reales de facto en una Málaga que día a día se aleja del proyecto de ciudad idílica, si es que alguna vez verdaderamente tuvo pleno sentido el término. Si Ruth Grass, la madre del concepto, levantara la cabeza, nos negaría la palabra, como poco...

Cualquiera que tenga la consciencia y el valor de mirar intencionalmente con las gafas de ver y de analizar sin autoengañarse, se llevará las manos a la cabeza. Que llevemos el carro delante de los bueyes desde el minuto uno de nuestro desarrollo turístico en absoluto nos da licencia para seguir manteniéndolo reforzado sine die porque las oportunidades, por enésima vez, las siguen pintando calvas, ilusoriamente calvas.

Si a nuestros vástagos les prohibimos unas cosas y les propiciamos otras para que crezcan sanos, fuertes y formados académicamente, ¿por qué a nuestros pueblos y ciudades y a nuestros destinos turísticos, los atiborramos con el colesterol del cortoplacismo y la hiperglucemia de la ineficiencia?

Lo que en nuestra Málaga denominamos «tirón», demasiadas veces no es otra cosa que el cumplimiento fiel del tirón a tontas y a locas de las oportunidades de presente sin atención al rastro que linealmente va sedimentándose mediante la tóxica herencia de su sucesivo porvenir.

Los que nos sucedan que se jodan... ¡¿Sí o qué...?!

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